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Un pueblo de Soria llamado Andaluz

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En la proximidad de las tierras de Berlanga, a no excesiva distancia de Soria capital y también de la no menos carismática ciudad de Almazán, donde, como le sucedió a Van Goght, el rey Pedro II el Cruel se encontró con su propia noche estrellada a manos de su hermano bastardo, Enrique de Trastámara, un pueblo sorprende, no sólo por la curiosidad implícita en su nombre, sino también, porque posee una de las iglesias más peculiares del arte románico de una tierra conocida como la Extremadura castellana, que fue, durante siglos, parte indiscutible de esa frontera del Duero, que separaba la España cristiana de la España musulmana: Andaluz. Posiblemente, el nombre de Andaluz sea una consecuencia de la afluencia de aquellos cristianos, residentes en territorio dominado por los musulmanes, a los que se denominaba mozárabes, que se asentaron aquí, en un periodo en el que la Reconquista comenzaba a cambiar el rumbo de las circunstancias históricas, haciendo posible el avance de los ejércitos cr

Un lugar llamado Somaén

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  Relativamente cerca de Montuenga y las melladas ruinas de su castillo medieval, encuadrado, también, dentro de ese sorprendente y a la vez, espectacular Valle del Jalón, otro pintoresco pueblecito llama poderosamente la atención del viajero, que, bien por conocimiento o bien dejándose llevar por la casualidad que acompaña siempre a la aventura, se deja caer un día por allí: Somaén. Somaén, es otro de esos ancestrales asentamientos, que, mirando hacia la vecina Comunidad de Guadalajara, son fiel testimonio de esas aguerridas gentes del norte, principalmente del País Vasco, que acompañaron la gran aventura medieval de la Reconquista, repoblando y asentándose en estos parajes, cuya agreste morfología produce la sensación de estar penetrando en un mundo encantado. Esta percepción, resulta mucho más evidente cuando la vista penetra en el entorno y la imaginación se pierde en esos imponentes farallones, a los que el tiempo y esa subjetiva artista, que es siempre la erosión, parecen haber d

Un paseo por Montuenga de Soria

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Desde sus alturas, dominando, no sólo la plácida quietud del pueblo de Montuenga, sino también, una vasta extensión del Valle del Jalón, se puede llegar a ver, pasando con la celeridad del rayo, ese metafórico Pegaso moderno, que, bajo la denominación de AVE o tren de alta velocidad, conecta Madrid con Barcelona y Francia. Un recorrido similar, puestos a comparar, que el que realizaron, a finales del siglo XI o comienzos del siglo XII, los monjes cistercienses de Claraval o de Clairvaux, que, convirtiéndose en sedentarios unos kilómetros más adelante, levantaron con sus propias manos y sus escasos recursos, uno de los monasterios románicos más impresionantes, no sólo de la Comunidad y tierra de Soria, sino también, de España: el de Santa María de Huerta. De hecho, su localización, si hemos de ser más precisos, apenas resulta equidistante de éste unos tres kilómetros, como algo menos son, además, los kilómetros que lo separan de otro de los pueblos más relevantes de la zona, que todavía

[SPN-ENG] Bécquer, monasterios y daimones / Bécquer, monasteries and daimones

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  Tal vez los viejos filósofos griegos, como Platón, no erraran, después de todo, al suponer que cada alumbramiento llevaba aparejada la asignación providencial de un daimón o entidad espiritual, que, para bien o para mal, acompaña a todo hijo de vecino, inspirándole en los momentos cruciales de esa aventura trascendental, que, desde luego, podemos llegar a suponer que es algo tan misterioso y a la vez, tan intenso, como la vida. Supongo que a muchos, imbuidos ahora por ese condicionamiento racional, que es el metafórico servicio obligatorio con el que se nos declara aptos para una servidumbre adulta, en la que se nos escamotea de un plumazo el estado adánico de la infancia, no querrán reconocer -pues ya lo dice el refrán: genio y figura, hasta la sepultura- que tuvieron un ‘amigo invisible’, que los acompañó durante los momentos más felices y también, en aquellos otros, menos dulces y por lo tanto, más dolorosos, en los que la frustración y la soledad hacían acto de presencia. Dicen -

Otoño en el Cañón del Río Lobos

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  Uno de los entornos naturales, cuya mágica belleza, es un verdadero imán, dispuesto por la Naturaleza para seducir, irremediablemente, a los sentidos y muy recomendable, además, para visitar, sentir y valorar, al menos, un a vez en la vida, no es otro, que el enigmático Cañón del Río Lobos. Esta formidable depresión natural, que se extiende, como el espinazo de un mundo perdido, a lo largo de esos espectaculares veinticinco kilómetros, comprendidos, entre esas dos numantinas comunidades de la Vieja Castilla, como son, Soria y Burgos, constituye siempre el preludio a una gran aventura. Soberbio, espectacular, genuino y deliciosamente misterioso en cualquier época del año, la visita, no obstante, si se realiza en otoño, tiende, necesariamente, a convertirse en una experiencia inolvidable, donde el espectador, deslumbrado, tenderá a considerar, como revestidos de una magia especial, unos senderos que se pierden entre monumentales riscos y desfiladeros, labrados durante milenios, por