jueves, 12 de febrero de 2015

Fuentes de Magaña: una visita al Cretácico


Las singularidades de una Comunidad como ésta vieja y querida Extremadura castellana, son muchas y variadas y no sólo se refieren a ese románico que marca distancias desde la suprema espectacularidad de sus templos más referentes, a lo más sencillo de unas construcciones rurales que, aun a pesar de los pesares, todavía conservan retazos entrañables de su primitivo y mediático encanto medieval. Soria es una tierra antigua, el lecho de cuyos ríos, como el Cidacos, conserva retales de mundos arcanos antediluvianos y matrices, a la vez, de fabulosas historias, leyendas y tradiciones. Una tierra, donde los fantasmas del pasado claman con fuerza, mostrando los jirones de sus olvidados sudarios. Rutear por las Tierras Altas, es expandir la consciencia, abriendo la mente a un sin fin de posibilidades que, de una manera mediática y cada una en su ámbito de influencia, generan un pequeño universo multicultural que bien merece la pena conocer.

Comienza, pues, nuestra nueva ruta, al pie de esas impresionantes sierras cargadas de soledad, de antiguas gestas, de magia, de hechizo y de desolación, pero también ricas en leyendas, en tradiciones, en oscuros cultos de un pasado remoto; tierras celtíberas, de fieros pelendones que adoraban a dioses que el Cristianismo, en su imperante penetración, no pudo nunca hacer que sus voces se acallaran definitivamente y donde, después de todo, el románico también dejó herencias dignas de explorar y conocer, no exentas, en algún caso, de sorpresiva singularidad.

Todo el que accede por primera vez a Fuentes de Magaña, no tarda, para su sobrecogimiento y espanto, en verlo en la distancia, como el terrible dragón que, aposentado en mitad de unos campos que en verano reciben las albadas del grillo y la cigarra, parece mantenerse alerta, bravío y soberano en su propia fortaleza, esperando a ese atrevido San Jorge que, caballero de negra armadura y pasiones lunares, embista desaforadamente con la afilada lanza en ristre, como precursor del más célebre de nuestros caballeros: Don Quijote de la Mancha.

Nuestro perfecto ejemplo de monstruo del Cretácico, fue concebido, no obstante, en el año 2012, garantizando su pedigrí en los Talleres de Don Ricardo González Gil, si bien es cierto, que sus antepasados, esos grandes y terroríficos saurios cuyas afiladas garras hendieron la tierra durante milenios, gobernaban igualmente estos pagos con la estridencia de sus pulmones sobrehumanos y el látigo mortal de sus infinitas colas blindadas. De nombre científicamente greco-latino, este soberbio ejemplar de saurópodo -no en vano, dicen de él, ser una de las réplicas más grandes del mundo- vivió hace la friolera de 225 millones de años, caracterizándose por tener la cabeza demasiado pequeña en relación al tamaño colosal del cuerpo, dientes romos, nariz alargada y cuello largo y esbelto. Y otro dato más a tener en cuenta cuando nos adentremos por estos lugares: posiblemente, tanto sus restos fosilizados como los restos de otros muchos especímenes que vivieron en la zona, fueran los causantes de las numerosas leyendas acerca de monstruos y gigantes que se focalizan por la región.


miércoles, 11 de febrero de 2015

Rioseco de Soria


De vuelta, prácticamente, al punto donde comenzó la presente ruta románica por esta parte tan particular de la provincia, y antes de iniciar nuevas aventuras por otras zonas notablemente interesantes y de mediática naturaleza, con multitud de detalles y atractivos, resulta imprescindible hacer un alto en una curiosa población, adscrita al Alfoz de Calatañazor: Rioseco de Soria. Hasta bien entrado el siglo XX, en su nomenclatura llevaba precisamente asociado el adjetivo calificativo de Calatañazor, interesante población que todavía conserva buena parte de su antiguo encanto medieval, con la que linda al norte y donde refiere el cantar tradicional que Almanzor perdió su atambor, o esa buena suerte que le hizo pasearse como una auténtica plaga por los reinos cristianos, quienes veían en él la figura del Anticristo; al sur lo hace con Torreandaluz; al este con Nafría la Llana y Fuentelárbol y al oeste, con Torralba del Burgo y Torreblacos. A su término pertenecen, igualmente, varios despoblados, entre los que se cuenta el cercano –aproximadamente, a un par de kilómetros tomando la carretera en dirección a Torreandaluz-, de Escobosa de Calatañazor. De la importancia que tuvo en tiempos, queda constancia, no obstante, también, la magnífica picota o rollo medieval que, situada a mitad de la población, se localiza no muy lejos de donde se levanta la interesante iglesia del siglo XII, dedicada a la importante y mística figura de San Juan Bautista.


A pesar de sus singularidades, y como muchos otros templos de la comunidad y tierra sorianas, se aprecian notables alteraciones en su estructura, producidas, necesariamente, a lo largo de una serie de intervenciones históricas, donde poco o ningún aprecio se tenía por conservar la integridad de unos elementos bizantinos, que habían quedado obsoletos incluso en el gusto y las modas de unas épocas marcadas por el Renacimiento y el Barroco. No olvidemos, a este respecto, que algunas mentes brillantes de tiempos posteriores, incluso modernos, opinaban, por ejemplo, refiriéndose a los artistas renacentistas, que en el fondo no dejaban de ser sino unos meros decoradores. Por otra parte, de los excesos del barroco –responsables, en gran medida, de esos apelmazados y recargadísimos retablos mayores, que impiden en multitud de casos apreciar las magníficas pinturas románicas que ilustraban la mayoría de cabeceras románicas y góticas-, tenemos la famosa y despectiva frase de Gustavo Adolfo Bécquer, referida al churriguerismo.


No obstante las alteraciones, que afectan a buena parte de la nave, la iglesia de San Juan Bautista todavía conserva interesantes elementos originales, entre los que destacan, su ábside o cabecera, constituida, decorativamente hablando, a base de arquillos ciegos, tipo lombardo, así como numerosos canecillos originales que, en mayor o en menor grado de conservación, muestran diversidad de motivos, que van desde los de carácter antropomorfo –tipos y costumbres, entre los que no faltan músicos y alguno erótico-, a los foliáceos y zoomorfos típicos en este tipo de construcciones. Posiblemente, y en esto suelen coincidir prácticamente todos los expertos, los elementos más destacables, después de todo, sean la imagen en piedra policromada de la Virgen del Barrio –titular de la ermita, también de características románicas y de igual nombre, que se localiza a escasos cincuenta o cien metros de la iglesia y donde en Semana Santa los parroquianos pujan por levantarle el manto a la Virgen-, que preside el altar; y sobre todo, la excepcional pila románica, también del siglo XII que, si bien resulta poco menos que única en la provincia y comparable a algunas fantásticas pilas burgalesas –como la de Mazariegos, actualmente expuesta en el Museo Arqueológico Nacional-, no habría que olvidar otras interesantes pilas, como la de la iglesia de la Asunción, en Castilfrío de la Sierra.