Rioseco de Soria


De vuelta, prácticamente, al punto donde comenzó la presente ruta románica por esta parte tan particular de la provincia, y antes de iniciar nuevas aventuras por otras zonas notablemente interesantes y de mediática naturaleza, con multitud de detalles y atractivos, resulta imprescindible hacer un alto en una curiosa población, adscrita al Alfoz de Calatañazor: Rioseco de Soria. Hasta bien entrado el siglo XX, en su nomenclatura llevaba precisamente asociado el adjetivo calificativo de Calatañazor, interesante población que todavía conserva buena parte de su antiguo encanto medieval, con la que linda al norte y donde refiere el cantar tradicional que Almanzor perdió su atambor, o esa buena suerte que le hizo pasearse como una auténtica plaga por los reinos cristianos, quienes veían en él la figura del Anticristo; al sur lo hace con Torreandaluz; al este con Nafría la Llana y Fuentelárbol y al oeste, con Torralba del Burgo y Torreblacos. A su término pertenecen, igualmente, varios despoblados, entre los que se cuenta el cercano –aproximadamente, a un par de kilómetros tomando la carretera en dirección a Torreandaluz-, de Escobosa de Calatañazor. De la importancia que tuvo en tiempos, queda constancia, no obstante, también, la magnífica picota o rollo medieval que, situada a mitad de la población, se localiza no muy lejos de donde se levanta la interesante iglesia del siglo XII, dedicada a la importante y mística figura de San Juan Bautista.


A pesar de sus singularidades, y como muchos otros templos de la comunidad y tierra sorianas, se aprecian notables alteraciones en su estructura, producidas, necesariamente, a lo largo de una serie de intervenciones históricas, donde poco o ningún aprecio se tenía por conservar la integridad de unos elementos bizantinos, que habían quedado obsoletos incluso en el gusto y las modas de unas épocas marcadas por el Renacimiento y el Barroco. No olvidemos, a este respecto, que algunas mentes brillantes de tiempos posteriores, incluso modernos, opinaban, por ejemplo, refiriéndose a los artistas renacentistas, que en el fondo no dejaban de ser sino unos meros decoradores. Por otra parte, de los excesos del barroco –responsables, en gran medida, de esos apelmazados y recargadísimos retablos mayores, que impiden en multitud de casos apreciar las magníficas pinturas románicas que ilustraban la mayoría de cabeceras románicas y góticas-, tenemos la famosa y despectiva frase de Gustavo Adolfo Bécquer, referida al churriguerismo.


No obstante las alteraciones, que afectan a buena parte de la nave, la iglesia de San Juan Bautista todavía conserva interesantes elementos originales, entre los que destacan, su ábside o cabecera, constituida, decorativamente hablando, a base de arquillos ciegos, tipo lombardo, así como numerosos canecillos originales que, en mayor o en menor grado de conservación, muestran diversidad de motivos, que van desde los de carácter antropomorfo –tipos y costumbres, entre los que no faltan músicos y alguno erótico-, a los foliáceos y zoomorfos típicos en este tipo de construcciones. Posiblemente, y en esto suelen coincidir prácticamente todos los expertos, los elementos más destacables, después de todo, sean la imagen en piedra policromada de la Virgen del Barrio –titular de la ermita, también de características románicas y de igual nombre, que se localiza a escasos cincuenta o cien metros de la iglesia y donde en Semana Santa los parroquianos pujan por levantarle el manto a la Virgen-, que preside el altar; y sobre todo, la excepcional pila románica, también del siglo XII que, si bien resulta poco menos que única en la provincia y comparable a algunas fantásticas pilas burgalesas –como la de Mazariegos, actualmente expuesta en el Museo Arqueológico Nacional-, no habría que olvidar otras interesantes pilas, como la de la iglesia de la Asunción, en Castilfrío de la Sierra.

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