lunes, 1 de diciembre de 2014

Miño de San Esteban: iglesia de San Martín


De camino a esa antigua, hermosa y emblemática urbe que es San Esteban de Gormaz, conviene detenerse en Miño -pueblo situado en sus inmediaciones-, y echar un vistazo a su interesante iglesia románica, dedicada a la figura de San Martín, no el Dumiense ni el de Finojosa, sino el que, según la Leyenda Dorada de la Vorágine, partió su capa por la mitad para ofrecérsela a un pobre y participó en el Concilio de Tréveris contra Prisciliano, retirándose a la soledad de los ermitaños, después de la sentencia y ejecución de éste último: el de Tours. Si bien es cierto, que como la gran mayoría de los templos, tanto de la provincia como de provincias limítrofes -Burgos, Segovia, Guadalajara o La Rioja-, ha visto en gran medida mermada y modificada su primitiva estructura, la parroquial de Miño todavía conserva, sin embargo, numerosos elementos originales, como para hacer que se la considere como uno de los templos más interesantes de la zona. Entre estos elementos destacan, sobre todo, su galería porticada y su magnífica portada. Una portada amplia y generosa, proporcionalmente hablando, de más que probables influencias de tipo burgalés, como hemos ido viendo en templos anteriores. A diferencia de algunas de éstas, no obstante muestra curiosas manifestaciones artísticas en el diseño de sus arquivoltas, entre las que no faltan ajedrezados, del tipo denominado generalmente jaqués o jacetano, tan característicos y representativos del románico aragonés y afín al Camino de Santiago; nudos y entrelazados, bolas y flores cuadripétalas. Conserva, así mismo, dos hermosos capiteles: el de la izquierda, que representa sendos jinetes de un tipo muy peculiar, que parecen cabalgar sobre leones y estar sus cuellos atrapados por lianas -¿una interpretación muy personal, quizás, del cantero en relación a los mitos antiguos y sobre todo, a esas apocalípticas figuras celtas, denominadas Caballeros del Cisne o Cygnatus?-, y pareja de grifos, el de la derecha.


En bastante peor estado, pero aun visibles, los capiteles de su galería porticada, muestran las consabidas arpías y una variada gama de motivos foliáceos, sobre una cornisa, en la que se repiten las bolas que conforman, igualmente, como hemos dicho, la composición artística de la tercera arquivolta del pórtico de entrada. Más variados, y también en desigual estado de conservación, los motivos de los canecillos, en este mismo lado sur y situados en la parte más occidental, se podrían enumerar -comparativa o metafóricamente hablando-, como los arcanos mayores de la baraja del Tarot, quedando definidos de la siguiente manera: pareja de cabezas humanas -masculina y femenina-, animales, vegetales, cabezas de monstruos o demonios, una curiosa contorsionista que, a falta del músico acompañante, recuerda, aunque salvando las evidentes distancias, uno de los motivos más desarrollados por el denominado Maestro de Agüero o de San Juan de la Peña, y una pareja de amantes.

A la cabecera o ábside, que posiblemente en sus orígenes, fuera semicircular y profusamente ilustrada en cuanto a canecillos historiados se refiere, se la debió de modificar en época indeterminada, añadiéndosele una especie de remate o prolongación rectangular, así como la sacristía en un lateral, que la da un extraño aspecto. Aunque todavía conserva prácticamente completa las series de canecillos en su lateral norte, éstos, al contrario que los anteriormente descritos del lateral sur, resultan bastante simples y esquemáticos.

De cualquier manera, tanto el templo como el pueblo que lo alberga, no desmerecen en absoluto de cualquier ruta románica que se desee realizar por la provincia y su visita se recomienda.