lunes, 3 de noviembre de 2014

Nafría la Llana: iglesia de la Natividad de Nuestra Señora



El camino continúa y en apenas unos kilómetros, el viajero llega a otra pequeña población, de nombre Nafría la Llana, cuya parroquial dedicada a la Natividad de la Virgen, merece, sin duda, una más que digna mención, perteneciendo, según aseveran los expertos, a la primera mitad del siglo XII. A diferencia de las visitadas hasta ahora en ésta pequeña ruta románica por la comarca, conserva prácticamente inalterables muchos de sus primitivos elementos románicos, si bien es cierto, que algunos no están en las óptimas condiciones que cabría esperar, sobre todo en lo referido a los canecillos. Tal es así, que en vista de algunos de ellos, como por ejemplo, el pequeño arcosolio que se levanta por encima del pórtico principal, situado en el lateral sur de la nave, se podría sacar alguna curiosa deducción, sobre todo si se compara con los recursos arquitectónicos empleados en otras iglesias de las proximidades, como podría ser el caso de Caltañazor y su iglesia principal, situada dentro del entorno urbano, dedicada a la figura de Santa María del Castillo, no desechando, por otra parte y dado el número de iglesias y ermitas -hoy día prácticamente desaparecidas casi todas-, la idea de que bien haber sido ésta histórica plaza, el foco o uno de los focos principales desde el que partieran los talleres de canteros que ejecutaron su labor en las poblaciones cercanas.

 
Fuera o no así, y no obstante lo dicho hasta ahora, volvemos a encontrarnos también en esta parroquial, el tipo de portada amplia y de interesantes dimensiones –no desconocida, así mismo, en el románico de provincias vecinas como Burgos y Segovia-, que caracteriza igualmente a las anteriores. Comunes resultan, además, los esquemas decorativos, basados en motivos austeros y foliáceos en los capiteles de los arcosolios que se vislumbran por encima de la portada, siendo arpías y grifos los motivos historiados y más abundantes en los capiteles de ésta. A uno y otro lado de los arcosolios superiores, sin embargo, se aprecian dos interesantes elementos, conformados, dentro de círculos, por flores de cinco y de seis pétalos, las cuales, atendiendo a las definiciones eminentemente populares, podrían definirse como flor de San Juan y flor de la vida, respectivamente.
De planta rectangular y ábside semi-circular, se aprecian en el medio cielo imaginario de éste, una gran cantidad de canecillos cuya temática, variada, ofrece unas interesantes connotaciones simbólicas. Reproducidos con mayor o menor destreza en la piedra, los motivos varían desde elementos humanos, representaciones animales –incluidas algunas, en su totémica forma de cabezas-, monstruos, arpías y motivos foliáceos que constituyen, por sí mismos, todo un conjunto antropológico medieval de primer orden.
 
Interesante resulta, por añadidura, el pequeño ventanal situado en el centro de la cabecera, en cuyos capiteles se reparte protagonismo arpías y motivos foliáceos, pero cuyo medio arco ofrece un elemento realmente notable, como son las puntas de diamante o, mejor dicho, por su perfección, pequeñas pirámides, que le otorgan, de paso, un genuino sabor oriental.