martes, 26 de marzo de 2013

Recordando a un personaje entrañable: el Santero de San Saturio


 


Dicen que regresar es recordar. El pasado fin de semana, regresé a Soria. Y al acudir, por enésima vez a San Saturio, me encontré con la grata sorpresa de ver que, aunque de ficción, el entrañable personaje de Gaya Nuño, nuestro inmortal santero, había regresado. Créase o no, tuve una extraña sensación, viendo la humildad en la que vivía -un triste catre, unos raídos pantalones, un orinal y un ventanuco con el que solazar los ojos viendo pasar al nostálgico Duero- llegué a sentirme estúpidamente rico, no obstante mi arrastrada pobreza de nacimiento. Y en el fondo, puestos a pensar en ello, cuando la Parca nos alcance, ¿qué equipaje podemos llevar?.
Esto no es una entrada al uso, sino un sencillo, pequeño homenaje a un gran escritor soriano, como fue Juan Antonio Gaya Nuño y al más universal de los celtíberos: el Santero de San Saturio. Nadie mejor que ellos, para descubrir Soria y su provincia. 

 
'Llegué a Soria en octubre, el mes del Santo y del Otoño, el mes que separa la estación veraniega de los tremendos, largos, aburridos días de invierno. Es un mes plácido, fresquillo, plateado, que se divierte aproximando las sierras a la ciudad. Durante sus días, todo se torna recogido y sosegado y la  corrida de toros, en las fiestas del Patrón, si mucho más aburrida, queda también más formal que las capeas solanescas de junio, cuando San Juan. Los catedráticos poetas que abrillantaron esta tierra cruda y medieval -Antonio Machado y Gerardo Diego-, llegaban en parecidas fechas desde lejanas latitudes a encargarse de sus cursos; y, por eso, hallaban una Soria tan justa, tan "total, precisa y exacta"'.


'Yo estaba borracho de alegría. Acabé de colocar mis trastos, encendí una fogata de retamas, de la abundante provisión dejada por el anterior santero, y me dediqué a recorrer mis pertenencias. No pasé del salón, porque abrí una ventana y respiré muchas veces. El Duero venía de la sierra de Urbión con una transparencia y una paz verdaderamente mitológicas, y en él se reflejaban, con su exacto matiz e plata, los hitos de la chopera...'.


'Tuve tiempo, mientras el fuego hacía chascar las ramas, para pensar otra vez en el Duero, en Soria, en los sorianos buenos y en los sorianos malos. Eran cerca de las diez. ¡Toma!, ¡a esta hora radian las noticias!. Pero no me importaban los senadores americanos que quieren lanzar bombas, ni me importaba la guerra de Corea. Yo era feliz, porque estaba muy cerca del Padre y Dios Duero, en la ermita de San Saturio' (1).
 

(1) Juan Antonio Gaya Nuño: 'El Santero de San Saturio', Editorial España Calpe, Colección Austral, 4ª edición, 1999.