lunes, 8 de agosto de 2011

Ángel Almazán: anfitrión en El Burgo de Osma



Dejando aparte un conocimiento virtual que se remonta a un par de años atrás, ayer domingo tuve la oportunidad de conocer en persona a alguien que yo definiría, con conocimiento de causa ahora, como un soriano de raza y condición: Ángel Almazán de Gracia. Nacido en la vecina localidad de Tajueco, en 1958, este periodista y escritor ha realizado, bajo mi punto de vista, una impresionante labor cervantina, aireando sorianía por los cuatro puntos cardinales. Trabajo que no siempre se ve gratificado -he aquí uno de los estigmas del buen escritor- porque según me confió, hace algunas semanas, nadie es profeta en su tierra. En realidad, no termino de estar muy de acuerdo con él, más que nada porque, a lo largo de los cuatro años de existencia de este blog, son numerosas las personas con las que me he encontrado durante mis desplazamientos por la región, que me lo han puesto como referencia, e incluso, también como ejemplo a seguir. Y hasta cierto punto, reconozco que sus libros me sirvieron, en un principio, como una magnífica guía para ir descubriendo una provincia rica en matices, hasta el punto de que esa riqueza se fue convirtiendo en fascinación, y a la vista está que dicha fascinación continúa y el blog tiene visos de llegar a una longeva, y espero que fructífera existencia.
Por otra parte, ahora que nos conocemos, ¿qué opinión me mereció Ángel Almazán?. Dejando a un lado el inusual detalle de que llegué a las inmediaciones de la catedral burgense con el tiempo justo para no herir a la puntualidad -nadie está libre de dormirse alguna vez- y poco menos que resollando como un búfalo, el Ángel que me encontré platicando en la terraza de un bar, a la sombra de los soportales, no tardó en mostrarse como realmente es: afable y campechano. Un hombre que yo definiría -dejando la política y sus falsas mieles aparte- como del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, como esos primeros padres que legaron a un naciente país una Constitución cuyos auténticos valores resultan tan desconocidos, por poner un ejemplo, como las inconmensurables maravillas que se atesoran en la catedral. Pero claro, todas estas impresiones, surgieron después del primer café, ese que uno añora todas las mañanas como el campo añora el agua en primavera.

Una buena forma de conocer a una persona, o siquiera llegar a tener unos atisbos sinceros de cómo es en realidad, puede obtenerse en vista a sus expresiones o reacciones cuando se enfrenta a una obra de Arte. Resulta agradable ver cómo la emoción fluye a través de unos labios eruditos cuando comentan un capitel románico; o un retablo gótico; o una escultura renacentista que convierte el frío mármol en viva carne; o las señales ocultas en un cuadro; o las particularidades masónicas de esa capilla de Palafox, que pudo haber desplazado a Santiago como Patrón de España si no hubieran intervenido los jesuítas; la lápida sepulcral, extraordinariamente labrada, que muestra a un enigmático maestro cantero con la plomada en las manos. La pasión reflejada en la leyenda de ese magnífico Cristo del siglo XII, el Cristo del Milagro o la intensidad con la que contempla a esa emblemática Virgen del Espino, Patrona de El Burgo y hermana tradicional de la homónima que se conserva en Barcebal. Y aún más, incluso lejos del ambiente estricto de la sagrada intolerancia hacia otras fotos que no sean las que revierten el milagro del pan y los peces en las arcas catedralicias, oír un corazón palpitando en unas calles que ofrecen a propios y extraños una longeva historia en sus edificios más añejos, en sus espléndidos soportales, en su variedad de heráldica seglar...

Curiosamente, hablamos de casi todo, menos de ese tema concreto cuyo interés, en cierto modo, nos hermana: la Orden del Temple. Y sin embargo, parte de ese deseo de conocernos personalmente, se basaba en la reciente publicación de un libro que recoge años de investigación en un lugar, distante, aproximadamente, 15 kilómetros de El Burgo de Osma que despierta pasiones: el Cañón del Río Lobos.

No puedo dejar pasar la oportunidad, sobre todo porque estoy convencido de ello, de que ésta Guía Templaria de San Bartolo en Río Lobos, será acogida con el mayor interés, pues aporta una gran cantidad de datos sobre la presencia templaria en uno de los lugares naturales más hermosos de la provincia. No me cabe duda, Ángel, de que tal y como deseas en tu prólogo, la presente edición que nos ofreces, nos servirá de Guía en nuestro Caminar.

Por lo demás, muchas gracias por tu extraordinaria amabilidad en mostrarme, aún con más profundidad, la belleza de una ciudad que se engalana para los San Roques.

Para las personas interesadas en adquirir el nuevo libro de Ángel Almazán:


Editorial Sotabur, S.L.


C/ Eduardo Saavedra, 4, 5ºA


42004 Soria


Teléfono: 975.22.82.87