jueves, 15 de septiembre de 2011

Por tierras de Almazán y Gómara: Villalba

En realidad, desconocía la existencia de este pueblecito, y su hallazgo obedece, si he de ser sincero, a un despiste de circulación. A veces ocurre; la torpeza es un defecto que nos puede alcanzar a todos en un momento determinado, sin previo aviso. A mí, me alcanzó en Almazán, un poco antes del desvío hacia Gómara y Ágreda, haciéndome tomar la dirección de un lugar interesante, pero ya conocido, al menos superficialmente: Morón de Almazán. No era cuestión, evidentemente, de dar la vuelta en cualquier lugar, y como tiempo tenía hasta la hora de comer -había aceptado honrado y gustoso una invitación en tal sentido en Villasayas, aprovechando las fiestas patronales y las actividades lúdico-culturales que las acompañaban- poco, o mejor dicho, nada me importaba recorrer los cuatro o cinco kilómetros que distan hasta un pueblo de relevante historia, como Morón. Entonces lo ví, hacia la izquierda, asentado en unos campos dorados por el sol, dentro de un entorno de secano en nada parecido a esa otra población, sinónimo de opulencia, situada en la Sierra Norte madrileña.

Dado mi interés por el Arte en general, y el románico en particular, me dejé llevar, lo admito, por la torre del campanario, situada prácticamente al final del pueblo, interesado en echar un vistazo, aplicando el dicho de que nunca se sabe. No quedaba mucho románico que ver, eso salta a la vista en las imágenes que conforman el vídeo que acompaña a la presente entrada. Y no obstante, aún así, no deja de ser siquiera un dechado de buena suerte tropezarse con algún elemento que, aunque aislado, denota cierto estatus de interés. Por ejemplo, bien a la vista sobre uno de los ángulos del murete de la iglesia, una estela funeraria con una inconfundible cruz paté grabada en una de sus caras; o un formidable sarcófago de piedra, medieval sin duda, colocado a la intemperie, como un circunstancial abrevadero en días de lluvia, ocupando un rincón del patio anexo a la iglesia.

Es cierto, por otra parte, que no pude entrar en el interior de ésta; pero también es cierto, lo locuaz e interesante que simplemente resulta su advocación, posiblemente única en la provincia: de Santa Quiteria. Una santa oscura, torturadora de demonios -es frecuente encontrársela representada, tirándoles de los pelos- y hasta cierto punto más que misteriosa, que me evoca anécdotas divertidas relacionadas con la iglesia de Santa María de Siones, en el Valle de Mena, y una cripta a su figura dedicada, en el emblemático castillo oscense de Loarre. Santa que, además, suele ir acompañada, de alguna manera, por una totémica mascota, determinativa de algunas de las hermandades canteriles medievales, como es el perro o el lobo. Animal compañero o asociado, a la vez, con el que posiblemente sea el más emblemático de los dioses del panteón celta: Lug.

Pero el Arte, aún lejos del románico y sus encantos, está también a la vuelta de la esquina; y resulta fácil de vislumbrar para aquellos que no les importe mirar detrás de las apariencias y se dejen llevar por la melancólica presencia de algún edificio en ruinas. Obviaré la presencia de una segunda estela funeraria, tan deteriorada por la acción del tiempo, he de suponer, que resulta imposible vislumbrar siquiera un mínimo retazo del simbolismo que un día lució. Se localiza encima de una fuente -creo que la única que vi en el pueblo- pegada a la pared de una casa de saludable aspecto. Siguiendo, precisamente, esa calle, es difícil no sentirse engatusado por ese otro Arte desplegado en la arquitectura civil, y en este caso, además rural. Poco importa el detalle del pésimo estado de conservación de las casas, si aún así, podemos recibir una lección de las técnicas ancestrales que dignamente aplicadas vieron crecer en su interior numerosas generaciones. Algunas, por su aspecto y materiales, nos redordarán ese mismo barro, generoso en la comarca, que levantó incluso respetables fortalezas, como el desdichado castillo -y digo desdichado, porque si ya tenía un pésimo estado de conservación, la inclemencia del tiempo durante este año hizo que se cayese otro de los lienzos- del cercano pueblo de Serón de Nágima.

Pero si esto me llamó enseguida la atención, no puedo por menos que reseñar la grata sorpresa que me llevé al contemplar el interior en ruinas de una vieja casona. Una vieja casona, que mostraba en las paredes de su armazón interior, uno de los ejemplos más puros de arquitectura mudéjar que he podido contemplar -imagino que los habrá en numerosos lugares de la Península- fuera del ámbito propio de los templos, y caracteristicos, sobre todo, en Aragón. Me refiero a aquélla técnica denominada como de espiga, precisamente porque los ladrillos se superponían formando esa inequívoca forma, modelo, como no podía ser menos, de la Naturaleza.

En resumen, en Villalba y gracias a un despiste, puedo decir que aprendí que no hay pueblo, por pequeño que sea e independientemente del estado en el que se encuentren muchas de sus casas, que no esconda alguna maravilla y ofrezca alguna sorpresa inolvidable.


[Como se ha realizado mientras terminaba la entrada, sugiero echéis un vistazo al inestimable comentario de Lima, quien, como suele ser habitual en él, aporta unos datos muy interesantes, que por supuesto desconocía, pero que me comprometo a investigar en un futuro, espero que no muy lejano]


5 comentarios:

Lima dijo...

Muchas cosas interesantes en Villalba a pesar de la apariencia de secarral (típico engaño de los pueblos para ahuyentar oportunistas, domingueros buscando su neurona, o ratas del desierto)
Los sillares romanos de la espadaña, las estelas, un enigmático "Camino de los Frailes", donde se cuenta que hubo un convento, pinturas rupestres en un abrigo y un despoblado con nombre tan sonoro (Algarabel, que significa El Sauce)
Saludos amigo

juancar347 dijo...

Como siempre, Lima, te quedo muy agradecido por tus aportaciones. Como digo al final de la entrada, me interesa y mucho y procuraré investigarlo en breve. Un abrazo

Baruk dijo...

A mi también me gustaria verlo.

A ver si en la próxima salida que staremos por Soria, nos pilla bien para ver esas estelas, pinturas rupestes y andar ese camino de los frailes que nos cuenta Lima.

Un abrazo

Alkaest dijo...

Acuérdate de aquella frase literaria, que ya casi es una sentencia:
"No se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos..."

Salud y fraternidad.

juancar347 dijo...

En realidad, Barukina, no nos quedaría muy lejos; las pinturas rupestres, es lo que no sé por dónde estarán, aunque siempre se puede preguntar, evidentemente. Del camino de los frailes, creo saber cuál es: el que parte de la iglesia y no tuve la ocurrencia de recorrer en aquél día y momento. Pero sí te digo, y espero que puedas verlo en próximas entradas, que hay otros sitios cercanos con cosillas interesantes...y simbólicamente picaronas.
Por otra parte, mi apreciado Magister, si no es esa, sí creo llevar conmigo una frase parecida cuando salgo a esos Caminos; y es que, a priori, no hay que menospreciar nada por pequeño o poco vistoso que te parezca, porque las apariencias engañan. Esta lección la aprendí hace años, la primera vez que puse los pies en la ermita de San Baudelio de Berlanga.
Un abrazo a los dos