domingo, 19 de septiembre de 2010

Santo Domingo: una borrachera de románico


Hablar de la iglesia románica de Santo Domingo conlleva, ineludiblemente, la obligación de reconocer, sin ningún género de cortapisas y tapujos, que nos referimos a una de las joyas indiscutibles no sólo de Soria capital, sino también, y de manera extensiva pero justa, de toda la provincia. Una joya que sirvió de colofón a una inolvidable jornada durante mi última visita a Soria, acaecida hace apenas una semana, en la que, aparte de poder gozar durante un breve espacio de tiempo de esa auténtica terapia natural que conlleva siempre acercarse hasta la ribera Saturiana del Duero, tuve ocasión, también, de penetrar en parte de esa hermética propiedad privada que es actualmente el antiguo monasterio templario de San Polo.
He de reconocer, por otra parte, que el calificativo de borrachera románica es una apropiación -espero que no considerada indebida- de una frase realizada en cierto momento por la persona amiga que me acompañaba, y que, de igual manera que un servidor, puso en riesgo sus cervicales en un digno -y espero que fructífero- intento por captar hasta el último detalle posible de algo tan magistral, que más que una portada, semeja, comparativamente hablando, toda una enciclopedia labrada en la piedra con una paciencia y una maestría merecedoras de elogio y, por supuesto, de admiración.
Hechos, pues, los deberes de conciencia y dejando para mejor ocasión la, en ocasiones, engorrosa labor de acudir a la wikipedia, sí que me gustaría comentar -siquiera sea, en forma de amigable tertulia de tasca en esas aburridas tardes de domingo antes de que comience el fútbol- algunos de esos detalles que, a fuer de mirar sin ver -como diría don Antonio Machado- forman parte de ese legado a la ciudad realizado por el rey Alfonso VIII con motivo de sus esponsales con Leonor de Inglaterra y también, justo es decirlo, en agradecimiento a haberle salvado el regio cuello cuando todavía era un niño.
Aún así, uno no deja de estremecerse cuando ve la matanza de los inocentes, sugerida al oído de Herodes por un diablo con bastante mala leche, todo hay que decirlo, teniendo en cuenta que, dado el carácter inestable de la fidelidad en la época, bien podía haberle alertado contra el guerrero que tiene al lado. Afortunadamente -y esto constituye un signo de prudencia en el cantero- el escudo de éste, no lleva la cruz de calatrava que se aprecia en los escudos de otros guerreros, situados no demasiado lejos.
Ahora bien, si en esto hemos de considerar que el cantero, a fin de cuentas, ejercía también el oficio de cronista, ¿qué pensar, entonces, de aquélla otra representación -puede que el oficio de paparazzi sea tan antiguo como el mundo- que muestra a tres personajes compartiendo cama?. ¿Y no parece una mujer el personaje que está en medio?. Reconozco que no estoy muy puesto en historia bíblica, y lejos de mi intención, pretender ofender a nadie; ¿podría tratarse, entonces, de una referencia a la historia del pobre Job?.
Lo que me sorprende -y cambio de tema, porque para escándalos ya tenemos a las principales cadenas de televisión-, es, no obstante, observar esa escena del calvario, donde Cristo es alanceado en ambos costados por dos legionarios romanos. Si uno es Longinos -recordemos que, con posterioridad, su lanza se consideró sagrada- ¿quién es el otro?. ¿Por qué ésta representación?. ¿Existe la posibilidad de una segunda lanza sagrada, aún no encontrada?.
En fin, habría muchos más detalles, desde luego; pero, por si quedaba alguna duda acerca del título de esta entrada y de que el románico, en el fondo, es un estilo artistico apasionante y sobre todo, ilustrativo, dejo para todo aquél que se acerque un día por la iglesia de Santo Domingo, la comprobación de cuanto digo y quién sabe, quizás nos sorprenda con sus propias conclusiones. Porque estoy seguro de que ni Santo Domingo, ni cualquier otro templo han dicho todavía la última palabra.