jueves, 28 de enero de 2010

Se llamaba Ándaba


'Ésta es la sabiduría de la locura que atenaza al ser humano, una sabiduría incapaz de percatarse de que la destrucción del entorno supondrá, inexorablemente, nuestra propia destrucción'.
[Grian: 'El Peregrino Loco', Ediciones Obelisco, 1ª edición, febrero 2006]

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Lo digo con pena, pero lo digo bien, se llamaba. Porque lo que actualmente se puede ver desde esa nacional 234, que en un sentido te adentra en la provincia de Burgos y en el otro te tienta con la magia del Moncayo, encauzando tus pasos hacia Aragón, actualmente son unas simples melladuras de piedra cuyas raíces, en tiempos, se hundían profundamente en estos campos, formando el entramado de un pueblo que se llamaba precisamente así: Ándaba.
Entre los dimes y diretes -algunos personalizados, y por lo tanto, con voz propia; otros, objetivamente inciertos, recogidos con cortauñas en ese fenómeno de masas conocido como Internet- y añadiendo las impresiones que se recogen en el mismo lugar, se puede hablar, siquiera brevemente, de un sitio que, por increíble que pueda parecer, podría ser el origen de procedencia de uno de los cultos marianos más importantes de la provincia: el culto a la Virgen de la Llana.
La tradición oral, en este caso recogida en la boca del alcalde del cercano pueblo de Peroniel, afirma que la talla de la Virgen de la Llana -gótica, probablemente de finales del siglo XIV-, procedía de aquí, de Ándaba y fue llevada al lugar hacia el que miraba; es decir, el lugar donde se encuentra desde hace varios siglos, aproximadamente a dos kilómetros de distancia: Almenar.
De Peroniel del Campo procedía Manuel Martínez, el cautivo protagonista -gran devoto de la Virgen- que, de noble alcurnia al parecer, y habiendo sido capturado durante el sitio de Almería y trasladado a Argel, fue milagrosamente liberado por ésta, apareciendo frente a la entrada de su Santuario dentro del arcón donde todas las noches lo encerraba encadenado su captor moro, así como éste, que, para evitar cualquier intento de fuga -milagrosa o no- dormía todas las noches encima de cautivo y arcón.
Similar en su forma a varias leyendas sospechosamente parecidas -algunas, dato interesante, protagonizadas por templarios capturados precisamente durante el mismo sitio de Almería- no deja de ser un hecho especulativo, pero extraordinario, constatar que tanto el arcón, como las cadenas de la leyenda, existen realmente. Y que fue tan conocido y venerado dicho milagro, que el lugar se convirtió en paso obligado de los peregrinos que acudían a Compostela, hasta el punto de que muchos reemprendían su camino, llevándose como reliquia, una astilla de dicho arcón.
Por otra parte, aunque existe alguna referencia que lo menciona, apenas queda rastro de la torre que en su día se levantaba en éste curioso despoblado de Ándaba. Pero habiendo sido tierra reconquistada a los árabes, bien pudiera haberse tratado de un torreón de señales, similar a los que se pueden encontrar más adelante, en la denominada Ruta de los Torreones, como puede ser, por citar un ejemplo, el de la cercana población de Noviercas.


lunes, 25 de enero de 2010

Peroniel del Campo: un universo rural por descubrir

Tal vez alguien piense que aplicar la palabra universo a un entorno rural y pequeño, sea una exageración; una licencia poética que tiende a magnificar algo que, visto desde esa cómoda, segura distancia que ofrece la carretera general que se dirige, en teoría, hacia destinos más opulentos y marketinizados, como Calatayud; lugares que también existen, aunque con fama de olvidados, como Teruel, y menciona de paso a Almenar -que permanece en las mentes de muchos por el recuerdo de su fabuloso castillo, uno de los mejor conservados de la provincia, donde nació Leonor, primera esposa de Antonio Machado, aunque también es cierto que muchos olvidan el Santuario de la Virgen de la Llana, al que acudían peregrinos en su camino hacia Compostela, como veremos más adelante- tienda a confundir al viajero desprevenido, haciéndole ver un simple pueblecito más, de los muchos que asentados en esta zona, apuntan hacia la magia del Moncayo, y por defecto, hacia Aragón.
Nada más lejos de la realidad. Y hablando de realidades, creo que no resulta una irrealidad, o una inconveniencia, aplicar la palabra universo para describir las particularidades de un pueblo que, aunque ha ido perdiendo vecinos a lo largo de los años, cuenta -en su balance de haberes, si queremos aplicar algo tan de moda actualmente, como son las estadísticas- con una historia que se pierde en la noche de los tiempos; con unos recuerdos que se remontan a aquél incierto periodo en el que la Orden del Temple dejó su huella, hasta el punto de que algunos historiadores sitúan en las cercanías de Peroniel, el emplazamiento real del escurridizo convento de San Juan de Otero; con leyendas formidables y milagreras, como la del cautivo de Peroniel y la Virgen de la Llana, siendo una de las pocas en las que todavía se conserva el objeto del milagro -el arcón y las cadenas en que este vecino fue teletransportado desde su cautivero en Argel-, hasta el punto de hacer del Santuario de la Virgen en Almenar, lugar de consiguiente peregrinación, como he dicho; leyendas románticas, a la vez que dramáticas, como la de los amantes de Peroniel, aunque también se refieren a ella como la leyenda de los amantes de Carramonte, la base de cuya cruz de piedra todavía puede verse a algunos metros hacia las afueras del pueblo; las misteriosas ruinas del cerro de San Juan; las ruinas del también desaparecido pueblo de Ándaba, del que, en realidad, se supone que procede la imagen gótica de la Virgen de la Llana que, según se cuenta, 'fue llevada al lugar hacia el que miraba'; la casa del cautivo, que aún se mantiene en pie, recientemente comprada y cuya fachada es fácilmente reconocible, por la colorida pintura aplicada en sus paredes; la fabulosa presencia, en tiempos, de la que en Pintura, se conoce como Escuela Castellana que, entre otras, mantiene en el Museo Numantino de Soria, una tabla pintada de insuperable belleza, del siglo XVI, que representa un Calvario...

En fin, un pequeño universo de Historia, Leyendas, Misterios, Anécdotas y Arte que iremos desglosando en las próximas entradas.

Desde luego, nada de esto hubiera sido posible sin el extraordinario ofrecimiento de Loli; la amable disposición de José Manuel (sin cuya inestimable ayuda, hubiera estado más perdido que una cabra en un garaje, como se suele decir); la aportación de Tomás, así como también la amabilidad de Don Julián Ortega, el actual párroco, a quien tuve ocasión de conocer en mayo del año pasado, cuando actuaba de párroco en la iglesia de San Juan Bautista de Ucero, así como en Barceval y otros pueblos de alrededor.

A todos ellos, mi más sincero agradecimiento.