sábado, 9 de enero de 2010

Matanza de Soria

'La historia contiene a menudo secretos para los que no vale expurgar crónicas ni pergaminos, porque las incógnitas de sus más profundos motivos siguen ahí, dando cuenta de ciertas realidades que -hoy lo mismo que ayer- permanecen sin documentar, como fruto que son de un secreto transmitido de viva voz, perdido en el silencio de los claustros o de los viejos salones de piedra...'.
[Juan García Atienza: 'En busca de la historia perdida', Editorial Martínez Roca, 1983]

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Dado que una parte fundamental de ese testimonio oral al que se refiere Juan García Atienza, se deforma con el paso del tiempo, engrosando -bien por fantasía, bien por exageración- ese maravilloso mundo de sueños y quimeras que son las leyendas, sería imperdonable por mi parte, no comenzar la presente entrada señalando, precisamente, el origen legendario de este curioso pueblecito, situado a una distancia aproximada de 15 kilómetros de una importante población, como es San Esteban de Gormaz.
En efecto. Cuenta la leyenda, que cuando Almanzor se retiraba de Calatañazor -encaminándose hacia Medinaceli, herido de muerte- en este preciso lugar -tomado al asalto por la niebla e incluso por las ocasionales ráfagas de agua-nieve en ese, mi último viaje por el momento, acaecido el día después de Año Nuevo- un grupo de cristianos le salió al paso, desarrollándose una cruenta batalla, que sembró estos campos de muertos y heridos. Fueron precisamente estos quienes, si hemos de hacer caso a lo que afirma la leyenda, fundaron el pueblo, llamándole, en honor a los desastres de la guerra, Matanza de Soria.
Si esto es cierto, podemos aventurar, entonces, que la historia de este pinturesco lugar se remonta, cuando menos, al año 1002, fecha de la famosa batalla donde el extraordinario caudillo musulmán perdió el atambor, o lo que es lo mismo, la buena estrella que le había acompañado hasta entonces, y de hecho, también la vida. Esto último, acaeció en el mes de agosto, siendo todavía un formidable enigma saber si lo hizo efectivamente en Medinaceli o rindió cuentas a Alá en otro notable pueblecito, como asevera la tradición,cercano a Caltójar y a un lugar tan emblemático como San Baudelio de Berlanga: Bordecorex.
Posiblemente, por el hecho de concentrarse en ésta parte lo que bien podría considerase como el románico más antiguo de la provincia, resulta paradójico comprobar, asi mismo, que es, en mi opinión, una de las zonas donde mayor genocidio artístico se ha cometido, hasta el punto de que en algunos pueblos apenas quedan huellas significativas de este Arte, que llenó la Península de belleza, historia y saber ancestral.
La parroquial de Matanza de Soria, no es, desde luego, una excepción. No obstante, a diferencia de la iglesia de San Andrés, en Fuentearmegil, ésta aún conserva su ábside semicircular, así como los sencillos canecillos originales que lo circundan.
Se encuentra situada en la parte más alta del pueblo, avistándose desde allí una panorámica realmente impresionante del lugar. Tal es así, que a poco que uno se entretenga en pasear la mirada alrededor, observará -aparte de una vega en la que proliferan pequeños huertos de tierra aterida por las heladas- otro de los detalles que caracteriza a la mayoría de los pueblos de la provincia: su progresiva pérdida de identidad arquitectónica tradicional.

miércoles, 6 de enero de 2010

Fuentearmegil


'Lo importante no es conocer todas las respuestas, sino conocer y comprender bien las preguntas'
[De una dedicatoria de Rafael Alarcón Herrera, Puentedey, Burgos, 10 de Agosto de 2009]
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Fuentearmegil, uno de los pueblos que conforman el denominado Coto Redondo y que, como referencia geográfica, quizá baste decir que se encuentra situado a 7 kilómetros de Berzosa, siendo, por tanto, dieciocho los kilómetros que lo separan de la capital burgense por un lado y una distancia equivalente de Ucero y el entorno del Cañón del Río Lobos.
El tiempo, desde luego, no acompañaba para viajar; aún así, en un intento incontrolado por liberarme siquiera por unas horas del influjo cansino de unas navidades que comenzaban a pesar como una losa en mi inquietud por la aventura, salí de casa horas antes de que el día amenazara con mostrar, sin ningún tipo de disimulo, su plomiza palidez.
El frío, el agua-nieve y unas brumas semejantes a las que se rumorea que envuelven la mítica isla de Avalón, fueron mi única compañía durante todo el camino. Éstas, sin embargo, resultaban mucho más espesas y cerradas sobre sí mismas en el trayecto que une el Burgo de Osma con Berzosa, y mucho más espesas, aún, si cabe, en los kilómetros -siete, como ya he dicho- que separan a ésta última población de Fuentearmegil.
No resulta extraño, por tanto, que no me cruzara con ser viviente alguno durante el trayecto -ni siquiera con los cuervos, que siempre suelen estar, no sé por qué extraña razón, a pie de caminos y carreteras, como las aves de mal agüero que son, aunque en la mitoogía celta fueran consideradas, curiosamente, como aves mensajeras de los Dioses- y que dicha ausencia de calor humano se extendiera a las calles de ésta pequeña población soriana, muchos de cuyos habitantes estarían plácidamente durmiendo la resaca navideña, a juzgar por las botellas de sidra y de cava que me encontré abandonadas en las cercanías de la iglesia parroquial de San Andrés, y situadas en línea, como esperando al tirador que las destroze, sellando definitivamente su destino.
Desde luego, el tiempo no pasa en balde, como asevera el refranillo popular; no obstante, en el caso de la iglesia parroquial de Fuentearmegil, el balde lo constituyen, no me cabe duda, las obras y restauraciones que, al cabo de los siglos, han conseguido arrebatarle su arcano romanticismo románico con la que fuera consagrada un día, con toda probabilidad en los siglos XI a XII.
Es cierto. Pocas huellas de éste permanecen visibles, y sin embargo, son suficientes para situarla en uno de los periodos más tempranos de lo que podríamos considerar, con toda justicia, como el románico soriano.
De esas pocas huellas, caben reseñarse -testigos indiferentes del homicidio artistico cometido- la fila de canecillos que se pueden contemplar en su frontal principal, así como una puerta, de acusado estilo califal o morisco, disimulada en uno de los laterales traseros.
Aunque elaborados en un estilo, a mi juicio, primigenio y rural -ajeno, en principio, a la magnificencia desplegada en otros monumentos sorianos contemporáneos- no dejan de tener, sin embargo, cierto aire de misteriosa simbología, que inducen a hipotetizar acerca de su auténtico significado.
Alguno, ha desaparecido, por lo que, a falta de alguna fotografía de época que lo reseñe, su mensaje se ha perdido por completo. Otros, como el diablillo cornudo que cita Cayetano Enríquez en su obra (1), están a punto de desaparecer, aunque todavía se advierte parte de la figura, así como los cuernos que la caracterizan y que, a juzgar por lo que parece otra figura humana en posición dolorosa, debe de corresponder con la condenación y el suplicio de un pecador; es decir, conlleva un evidente mensaje moralizante.
A este respecto, sería interesante añadir la existencia del rollo gótico o picota junto a la misma iglesia, hecho en cierto inusitado, pues lo común hubiera sido que tal elemento de justicia y señorío hubiera estado localizado, en mi opinión, en el centro del pueblo o, en su defecto, en la Plaza Mayor.
El resto de los motivos, cabezas, pueden representar, como simbolismo asociado -es sólo una opinión particular- alegorías de origen astrológico o alquímico, definiendo alguno de los estados inherentes a la consecución de la Gran Obra.
Quizás parte de estos misterios ancestrales, residan en el fondo de las tradiciones y costumbres propias del lugar. A este respecto, añadir que recientemente se ha editado un libro -'50 historias de nuestro pueblo'- en el que diez autores de los pueblos que conforman el Coto Redondo, hablan, entre otras cosas, del reinado de los mozos; el cóscoro de las matanzas o los cantares de pedir el gallo o las marzas. Dicho libro fue presentado el pasado día 26 de diciembre, en el salón social de Fuentearmegil, habiendo recogido el evento, fuentes periodísticas como El Mundo-Diario de Soria.
(1) : Cayetano Enríquez de Salamanca: "Rutas del románico soriano', editorial Codex-Rom, 2ª edición, 1998]