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Mostrando entradas de 2010

Feliz Navidad y Feliz Camino

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'Navidad: día distinguido y consagrado a la glotonería, las borracheras, el sentimentalismo, la recepción de regalos, el aburrimiento público y la vida doméstica' . [Ambrose Bierce] H ay ocasiones en las que el cinismo y la objetividad se emparejan a la hora de bailar el vals de la Razón. Creo que, a su manera, y valiéndose de ambos, Bierce definió, poco más o menos que magistralmente -a veces me pregunto, si quizás era vidente- lo que a día de hoy se ha venido convirtiendo una celebración que, en definitiva, comenzó siendo una conmemoración solsticial. Detalle, desde luego, que no es excusa para que cada uno la sienta como mejor crea, y bajo ese ámbito de libre elección, la festeje igualmente a su manera. N o obstante, y como viene siendo una tradición a lo largo de los poco más de tres años de existencia de este blog -y también, por qué no decirlo, motivado por experiencias anteriores- no puedo por menos que hacerme eco de las palabras de todo un personaje del siglo XII, el

¿Existe esperanza para Numancia?

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[Con tu permiso, José María] R eproduzco íntegro, un correo que me ha llegado hace unos minutos, y que me aporta una pequeña dosis de esperanza que, espero y deseo de todo corazón, sea una completa realidad en el futuro. Por favor, los que estéis a favor de Numancia, visitar el post de Ángel: Amigos: hoy hay buenas noticias en relación a Numancia y Ángel ha escrito un estupendo post en su blog que os pido lo divulguéis. http://elblogdeangelsoria.wordpress.com/2010/11/16/numancia/#comment-1033 http://www.heraldodesoria.com/index..php/mod.noticias/mem.detalle/idnoticia.59792/relcategoria.300 Seguro que se nos olvida alguien, pero pedimos perdón... Estamos pasando este mail a los que más os habéis significado en la pelea en contra del Nuevo cerco a Numancia y una forma de daros las gracias por vuestro apoyo. Un abrazo muy fuer te

Un paseo por Visontium

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H ablar de Vinuesa, resulta un ejercicio que no sólo conlleva, en lo que a mi particularmente se refiere, remontarse a un primer acercamiento personal acaecido en aquellos felices años de juventud, sino que exige, también, recoger en parte ese órdago lanzado por extraordinarios investigadores que emplearon años e innumerables esfuerzos, por acercarnos, siquiera en una pequeña síntesis, esa zona abismal, escurridiza y sobre todo mistérica, que se cierne a lo largo y ancho de la geografía de ésta España multicultural, que a pesar de lo que creemos, aún conserva celosamente escondidos infinidad de secretos. U no de estos investigadores -pionero, sin duda, de esos infinitos espacios existentes en una Historia afortunadamente no ortodoxa- es Juan García Atienza. En la actualidad, no puedo, si no, imaginármelo como un venerable ancianito; una noble personalidad que, a juzgar por la planta que se puede vislumbrar en las guardas de sus libros, me recuerda, y mucho, a ese otro gran pionero del

Sotillo del Rincón y la rebelión de Lucifer

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'De pronto, sin saber cómo, Nietihw y Sinuhé descubrieron que se hallaban en la plaza de la Lastra, en la recóndita aldea soriana de Sotillo del Rincón, caminando sin prisas hacia la Casa Azul. Un sol radiante hacía brillar dulce y discretamente el bronce de la Diana Cazadora, mientras el caño seguía manando en silencio, como si nada hubiese ocurrido...' [Juan José Benítez, 'La rebelión de Lucifer', Editorial Planeta, 1988] H acía tiempo que tenía deseos de visitar este pequeño pueblecito de Soria, motivado por la curiosidad que me produjo en su momento la lectura de esta conocida novela del periodista de origen navarro, aunque afincado en Bilbao, Juan José Benítez. Feliz por mi anterior experiencia en Tera y con la mente todavía dándole vueltas a los descubrimientos narrados en mi anterior entrada, me esperaba cualquier cosa, salvo que el primer ser viviente con el que me topé en Sotillo, fuera un gato negro que, circunstancialmente, se encontraba tomando el

Tera

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N o deja de ser una curiosidad fonética interesante, que tanto ésta pequeña población, cercana a la frontera con Logroño, como el río que la cruza y que, de hecho, se une fraternalmente con el Duero en Garray, a apenas una decena de kilómetros más allá, lleven idéntico nombre que la mítica isla situada a 110 kilómetros al norte de Creta. Una isla, cuyo nombre significa miedo , pero a la que sus habitantes, desde la hace nada despreciable cantidad de 4.000 años, califican como kalliste , la muy hermosa. E n ningún momento sentí miedo, durante mi visita a ésta Tera soriana, acaecida el pasado domingo; y sin embargo, sí que me deslumbró gratamente la belleza del entorno, y sobre todo, la inesperada y a la vez amable disposición de su párroco, quien, además de permitirme fotografiar a mis anchas los interiores de la iglesia de Nª Sª del Carmen, tuvo el tiempo y la gentileza suficientes, mientras esperaba la llegada de los fieles, de comentarme algunos detalles no sólo referidos al ámbito d

San Polo: memento de templarios

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- ¿ Eran monjes?. ¿Eran soldados?. ¿O eran, quizás, magos?. Nadie lo sabe a ciencia cierta. Tan sólo estamos seguros -tan seguros como que Dios existe- que nobles y templarios se enfrentaron un aciago día. La sangre se derramó a raudales por ese monte que queda enfrente de las ruinas del viejo monasterio de San Juan, y que a partir de entonces, maldito ya, en Soria conocemos como el Monte de las Ánimas. Los cadáveres de los monjes fueron enterrados al otro lado del Duero, en los terrenos donde se asentaba su monasterio, lugar que se conoce como San Polo. Lo creáis o no, aún siguen allí las viejas estelas sepulcrales que indican el sitio donde yacen sus restos y que, si os fijáis, contienen, aparte de la cruz, extraños símbolos más propios de endemoniadas brujerías que de verdaderos devotos de Dios, -dijo el viejo Anselmo, después de apurar el culillo de anís de su copa, mientras afuera, seguramente amplificado por el viento, nos llegó el sonido del reloj del Ayuntamiento, que anunc

La conexión irlandesa de Villasayas

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' N o era lógico el vacío existente con respecto a la península ibérica en la actuación de los monjes/artistas irlandeses en el continente europeo. Sin embargo, su obra estaba aquí, a veces escondida bajo la definición de artistas locales, a veces imputada a otras escuelas, fueron necesarios muchos años de estudio silencioso, de interpretar de nuevo lo mal interpretado, de tener los conocimientos y el coraje necesario para corregir el error. Una corrección no siempre admitida por el pensamiento conservador' (1). D os son las razones principales que me mueven a insistir, en éste preciso momento, con un pueblo que, a fuerza de mirar hacia atrás, me trae siempre muy gratos recuerdos: Villasayas. E l primero de ellos, conlleva una intención, completamente sana y desinteresada, de rendir un pequeño tributo a una persona que, habiéndoseme presentado -yo diría que no precisamente de forma casual, pues no creo en la casualidad- por esos misteriosos caminos de Dios, no sólo me honra co

Santo Domingo: una borrachera de románico

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H ablar de la iglesia románica de Santo Domingo conlleva, ineludiblemente, la obligación de reconocer, sin ningún género de cortapisas y tapujos, que nos referimos a una de las joyas indiscutibles no sólo de Soria capital, sino también, y de manera extensiva pero justa, de toda la provincia. Una joya que sirvió de colofón a una inolvidable jornada durante mi última visita a Soria, acaecida hace apenas una semana, en la que, aparte de poder gozar durante un breve espacio de tiempo de esa auténtica terapia natural que conlleva siempre acercarse hasta la ribera Saturiana del Duero, tuve ocasión, también, de penetrar en parte de esa hermética propiedad privada que es actualmente el antiguo monasterio templario de San Polo. H e de reconocer, por otra parte, que el calificativo de borrachera románica es una apropiación -espero que no considerada indebida- de una frase realizada en cierto momento por la persona amiga que me acompañaba, y que, de igual manera que un servidor, puso en riesgo

Romance del Duero

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P oco antes del alba, en ese preciso, inatrapable instante en el que se cierra el portal de las leyendas y el rayo de luna que perdió al enamorado Manrique desaparece arrastrado por las aguas del Duero, el paisaje vuelve a dibujar otra vez un sendero tranquilo, que se difumina a lo lejos -incluso más allá de la ermita de planta octogonal que se asienta sobre la ladera del monte de Santa Ana- hasta fundirse con una quimera que, a falta de nombre mejor, conocemos como horizonte. D e igual manera, río y ribera se funden en un estrecho abrazo, íntimo, personal, atrapados en la engañosa superficie de un espejo, en el que dos mundos, lejos de chocar, simplemente se aparean y confunden como amantes inseparables. H ay algunas hojas caídas en el suelo, que apenas revolotean, pues aún el cierzo, cual doncella encantada esperando el beso del príncipe otoño, duerme profundamente allá a lo lejos, en las cimas encantadas del Moncayo, anciano de rostro severo que en cuestión de meses lucirá leonina y

Barca, marinera tierra adentro

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P asé por Barca, un caluroso día del pasado mes de julio, cuando regresaba de Andaluz, a donde había acudido con las primeras luces del alba para recuperar mi cuaderno de notas que, con gran pesar, había olvidado una semana antes en uno de los últimos bancos de la iglesia románica de San Miguel. Un cuaderno pequeño, de tapas de cartón artisticamente labradas para justificar el precio, en cuyas guardas, junto a una pequeña basílica de recuerdos varios -la mayoría, entradas cuyo donativo, románticamente, me inducen a pensar que servirá para mejorar las condiciones de nuestro Patrimonio Artístico y Cultural-, conservo con especial cariño sellos auténticos de lugares emblemáticos del Camino de las Estrellas -Eunate y Torres del Río, por ejemplo- que me recuerdan constantemente esos deseos enormes que siento de llevar a cabo algún día esa travesía trascendente y que, mientras llega el momento, me consuelan con escarceos de fin de semana en los que, por otra parte, picoteo de pueblo en puebl

Cañón del Río Lobos: festividad de San Bartolomé y romería de la Virgen de la Salud

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A fuera, brillaba el sol. Vívido, iluminaba los árboles, proyectando negras sombras detrás de las destacadas rocas y, de rechazo, mandando miríadas de puntos resplandecientes desde el azul del lago. Aquí, en el frío reparo de la cueva de la vieja ermita, la luz se filtraba a través de las ramas colgantes y llegaba verdosa, suave, a los ojos cansados de una exposición al sol relumbroso. A sí comienza una extraordinaria historia, de un no menos extraordinario y controvertido libro de Lobsang Rampa (1), extraño personaje que, aún después de muerto, continúa generando multitud de polémicas en cuanto a su verdadera identidad y los pormenores de su increíble vida. Así podría comenzar yo también mi pequeña crónica de la festividad de San Bartolomé y la romería de la Virgen de la Salud si, obviando mi llegada a este fabuloso y mistérico enclave situado a lomos de las provincias de Soria y Burgos, narrara el acontecimiento desde el interior de la mastodóntica Cueva Grande, situada a escasos met

Gormaz: Fortaleza Califal

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S ituada en lo más alto de ese montículo que adquiere la forma de un pecho natural en la distancia, la que en tiempos fuera la imponente fortaleza califal de Gormaz duerme un sueño milenario, celosamente guardada por un auténtico ejército de rastrojos entre los que sobresale, con regia autoridad, el cardo salvaje, de flor color nazareno -por su similitud con el hábito del Cristo de Medinaceli- y tallo espinoso. Como espinosa es, en el fondo, su arcana historia. Una historia que se remonta, cuando menos, a ese imperativo siglo X en el que, se supone que aprovechando vestigios anteriores de cuya memoria y referencia apenas hay constancia, fue mandada edificar por un personaje que dejó como recuerdo para la posteridad, entre otros, parte de ese maravilloso bosque de columnas que conforman el interior de la Mezquita de Córdoba: Al-hakem II.

Gormaz: ermita de San Miguel

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N o podría comenzar esta entrada, sin mencionar a una persona muy querida, apreciada y por más señas, artista : Laura Alberich, nuestra inestimable Baruk. Bien es cierto que sin ella, el vídeo, así como mis apreciaciones -juiciosas o equivocadas, que cada uno las juzgue como considere necesario y sienta- estarían incompletas. En tiempos de egoísmo como los que corren, encontrar personas capaces de compartir sus tesoros y sus conocimientos, no resulta fácil. Afortunadamente, soy de los que opina que no existe regla sin excepción. Doy, pues, mis más sinceras gracias a Laura, por haberme cedido -con esa generosidad e interés de las que tengo buena constancia que la caracterizan- las fotografías de su archivo personal que, de hecho, son el alma de la ermita de San Miguel de Gormaz: sus pinturas románicas. ******* P uede que sea una gran verdad que el Tiempo, después de todo, termina haciendo justicia, situando las cosas en su justa dimensión y lugar. San Miguel de Gormaz tuvo su primer mo

Rello, genuino sabor medieval

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E l rollo de Rello es de yerro , asevera el refranillo popular, refiriéndose al rollo jurisdiccional del siglo XVI y único en su género, que se levanta en la Plaza Mayor. Pero lo más interesante de este pueblecito, asentado sobre un altozano al sur de la capital y a mitad de camino entre la señorial Berlanga de Duero y la brujeril Barahona, es que aún conserva esa genuina magia medieval que consigue que una visita constituya, desde cualquier punto de vista, toda una experiencia. S i bien es cierto que los caminos que conducen hasta este pequeño enclave medieval adolecen de una adecuada conservación -en la actualidad, parece que se están llevando a cabo trabajos de reacondicionamiento en la pista que parte desde Barahona- no es menos cierto, que adentrarser por ellos resulta siempre una auténtica aventura. Llanos, montes y quebradas apenas transitados ofrecen un atisbo de romántico aislamiento, de bohemia soledad que aumenta aún más, si cabe, el atractivo de este pueblecito, asentado

Barahona: retorno a la Piedra de las Brujas

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V iejas feas y asquerosas nos llama el vulgo traidor; que pregunten si lo somos a nuestro dueño y señor. G uía, guía que ya el día su enojosa luz envía. H ermosas les parecemos, que es cuanto bien deseamos; ni al vulgo imbécil tenemos ni a nadie necesitamos. V iva y reine la alegría mientras esté ausente el día. V ulgo necio, vulgo necio, que bien hallado en tu error, a las brujas nos desprecias, y a su maestro y señor. E stá escrito que algún día se acabará tu manía. E ntre tanto, con pellizcos, escobazos y palizas, el cuerpo os haremos trizas, para forrar el pandero que rompiéndose se va. ¡Ahajá, ahajá, ahajá! [Anónimo] (1) N o deja de ser una visión netamente folklórica, la imagen desvergonzada, en ocasiones abyecta pero sin duda deshinibida y sensual, la asociada generalmente con estos personajes que, de alguna manera, han sobrevivido a las llamas de la incomprensión, introduciéndonos, desde nuestra más tierna infancia, en mundos de fantasía, donde no siempre ejercieron ese papel v

Romanillos de Medinaceli: Crucetas y Tradición

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U na aldeíta náufraga en un mar de espigas, decía el filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset, refiriéndose a esa curiosa entrada a Romanillos, que recibe al visitante según éste se adentra apenas una veintena de kilómetros por tierras del interior de Medinaceli. Confluyen las crucetas -a excepción de un par, que están situadas en el interior del pueblo- en las inmediaciones de la ermita-humilladero, cuya forma y proporción es similar a otras construcciones afines situadas a todo lo largo y ancho de la provincia, así como en provincias limítrofes, como es el caso de Guadalajara. M ientras la carretera continúa en dirección a Barahona -que junto con Zugarramurdi y Trasmoz, conforman, prosiblemente, la trilogía brujeril más interesante de España- de la ermita parte un caminillo sin asfaltar, que se pierde hacia el interior de unos campos que todavía tienen muchas cosas que contar, guardando en sus entrañas retazos de una Historia probablemente más activa en el pasado que en la a

Recuperando la Memoria Escolar de Romanillos de Medinaceli

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L o más parecido que se me ocurre ahora mismo para comparar con el recuerdo o la memoria, es el mitológico Ave Fénix, que renace siempre de sus cenizas. Recordar, de alguna manera, es volver a vivir; es, comparativamente hablando, lanzarse de cabeza en esas insondables profundidades del corazón y recuperar el inapreciable tesoro de la memoria. E n ocasiones, hablar de memoria en este país, conlleva pensar en un episodio cruento y desgraciado, cuyas heridas, aún al cabo de ochenta años, parecen no haber cicatrizado. Ahora bien, el tipo de memoria al que quiero referirme aquí, aunque localizada en los años posteriores a ese desgarrador agujero negro de nuestra Historia, encaja en otro tipo de recuerdos; unos recuerdos más cercanos y más íntimos; unos recuerdos que nos enternecen y que, en el fondo, cuando volvemos la vista atrás, nos tientan a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. U n sentimiento quimérico, desde luego, aunque en este caso, la culpabilidad habría que buscarla en

Hay otros mundos, pero están en éste: Edelia de Villasayas

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A firmaba Paul Elouard, escritor y filósofo francés, que hay otros mundos, pero están en éste . Mundos que tenemos cerca y que, aunque casi tocamos con los dedos de la mano, por regla general nos pasan por completo desapercibidos, porque no los consideramos como tales. Se trata de mundos muy especiales; mundos particulares que constituyen en sí mismos pequeños universos y diminutas galaxias, salvaguardadas siempre por la frontera invisible del anonimato. T an sabio o más que el mencionado filósofo, al que Salvador Dalí dedicó un retrato en 1929 -retrato que hoy vale, desde luego, una auténtica fortuna- es, sin duda, ese genio inmortal que, arropado por la más elemental de las sabidurías, conocemos como Refranero Popular. Todos nos nutrimos de él, en algún momento de nuestra vida, y rara es la ocasión que dejamos pasar sin echar mano de sus sabios consejos. A cudo a él, entonces, aferrándome con idéntica determinación a como lo haría un náufrago a esa providencial tabla en medio del o

Yo estuve aquí...

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E l día 21 de julio de 1969, ocurrió uno de los hechos más importantes y trascendentes en la Historia de la Humanidad: bajo la famosa frase The Eagle has landed - el Águila ha aterrizado - el módulo lunar del Apolo XI, se posaba en la superficie de nuestro satélite. Aparte de las huellas y la bandera norteamericana, uno de los tripulantes de dicho módulo lunar -Neil Armstrong- dejó una placa conmemorativa, que rezaba lo siguiente: H ere men of the planet Earth first set foot upon the Moon, July 1969 A.D. We came in peace for all Mankind... A quí, unos hombres procedentes del planeta Tierra, pisaron por primera vez la Luna en julio de 1969 d.C. Vinimos en son de paz en nombre de toda la Humanidad. E n realidad, Armstrong no hizo nada extraordinario, a excepción de dejar, una vez más de manifiesto, algo que considero común a la naturaleza humana desde el alba de los tiempos, y de lo que tenemos suficiente constancia en lugares, por ejemplo, como la cueva de Altamira. Armstrong no hizo,