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Mostrando entradas de 2009

Adradas

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E sta podría ser una crónica de la Soria Feliz; de esa Soria, rural y entrañable, formada por cientos de pueblecitos de peculiar y autóctona idiosincracia. Pueblecitos, como Adradas, que persisten en su resistencia a dejarse llevar por el espejismo de la suerte urbana a la que han sucumbido tantos otros, estando, otros muchos, a punto de claudicar. N o recuerdo exactamente las docenas, por no decir las centenas de veces que he circulado arriba y abajo por esta carretera N-111 que une Medinaceli con Soria capital. La he recorrido con lluvia, con nieve, con niebla y también con un calor de mil demonios -por no decir perseguido por mil danzarines boteros, por referencia al famoso Pepe y sus Calderas- y siempre, desde que comenzara a patearme esta entrañable provincia, he mirado hacia Adradas con la curiosa sensación de contemplar, en la distancia, un pueblecito de postal en el que Cronos, inexorable Señor del Tiempo, ha decidido claudicar en su imparable carrera hacia el futuro, para echa

Despedida a un entrañable Peregrino: Xavier Musquera

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E l pasado día 10 de diciembre, un querido amigo, un Maestro Peregrino, nos decía adiós. Xavier Musquera Moreno, dibujante profesional, articulista, escritor e investigador de nuestra España mistérica emprendía, desde esa mágica Barcelona en la que tenía su residencia, su postrer peregrinaje hacia esos mundos desconocidos donde, no me cabe duda, encontrará confirmación a numerosos de los interrogantes que se planteó en vida, muchos de los cuales nos presentó de una manera sabia y metódica, como maestro del buen hacer que era. S i hace unos meses, presentaba con orgullo la aparición de su nuevo libro, 'Ocultismo medieval' -en el que tengo el honor de figurar en el apartado Agradecimientos como 'la cara amable de Internet, infatigable buscador e impenitente viajero'- hoy, con infinita tristeza, quiero rendirle un pequeño tributo, solidarizándome con el dolor de su familia. E l motivo de hacerlo de aquí, es sencillo. Fue a través de su mención en uno de los primeros artícu

Feliz Navidad y Feliz Camino

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A mbrose Bierce, escritor norteamericano con un agudo sentido satírico, definía el día de Navidad como un 'día distinguido y consagrado a la glotonería, las borracheras, el sentimentalismo, la recepción de regalos, el aburrimiento público y la vida doméstica' (1). Mi espíritu satírico, desde luego, no llega a tanto, y mi talento como escritor, tampoco. Pero dentro de mis limitaciones, reconozco que la Navidad conlleva todo eso y aún mucho más. Conlleva hacer balance y sentirse vivo; mirar atrás y pensar en todos esos buenos momentos que hemos disfrutado; en los viejos y también en los nuevos amigos que hemos encontrado; en las aventuras vividas y en la esperanza de llegar a superarlas el año que viene, que tan próximo está. También conlleva pensar que, a pesar de la crisis y de los numerosos reveses de la vida cotidiana, seguimos adelante, confiando, siempre, en mejorar. Personalmente, me enorgullece decir que, a pesar de los sacrificios, de la incertidumbre, del trabajo y de t

Elegía a la Plaza de Morón de Almazán

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V enid, dulces anónimos, refrenad vuestras monturas y mientras reposáis antes de perderos otra vez por esos caminos de Dios, dadme la oportunidad de presentarme. Acomodaos, si os place, en estos, mis centenarios escalones, y fijaos en mi figura: ¿habéis visto plaza más luminosa, gitana a la luz de la luna y con un cuerpo de escultura?. Y es que este sol que me dora y me calienta, nutre y acrecienta mi renacentista belleza; porque soy altiva, gallarda y tan señora, que en los escudos de mis calles resplandece, cual estrella, mi añeja nobleza. S i de Historia os hablara, cuántas cosas, creedme, no os diría; pues incluso antes de mi gestación, fui celtíbera y también romana; odalisca mora y después, sumisa doncella cristiana, siendo los templarios -de las orgullosas órdenes militares que albergué y recuerdo- quienes con su presencia, acrecentaran en el futuro mi fama. R enacentista, según figura en los anales, del sueño gótico aún conservo la magia que envuelve la iglesia de la Asunción,

Perdices

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A unos ocho kilómetros de distancia de Almazán, y en dirección a los campos de Gómara y más allá de estos, a la tierra de Ágreda y las estribaciones del mítico Moncayo, un pueblecito, Perdices, languidece cual cigarra calentándose bajo un sol otoñal que, amparándose en el popular refranillo alusivo a los veranos de San Martín, es incapaz de disimular su recelo a dejarse llevar por el ciclo equinoccial e inmutable de las estaciones, que prevé un largo, gélido y crudo invierno. Supliendo la carencia de atalaya mora o murallas cristianas -aparentemente- su parroquial, de origen románico y advocada, como simbólico pilar, en la figura de San Pedro, se eleva solitaria, como Torre de Hércules, sobre un altozano. A dosado a su ábside -en cuyos contrafuertes el magíster anónimo, de alguna manera subliminal quiso jugar con la magia del hexágono- el pequeño cementerio guarda con celo el recuerdo de unos deudos para los que un día el tiempo dejó de existir y que, como diría don Antonio Machado, s

El enigmático dintel de Fuentegelmes

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S ólo nos detuvimos un minuto, el tiempo necesario para obtener las fotografías que se muestran a continuación, sin disponer apenas de más tiempo, teniendo -como al parecer, teníamos- cierta prisapor llegar a Bordecorex. Alguien -de cuyo nombre ahora no quiero acordarme, pero al que aprecio sinceramente y al que considero todo un maestro en ésta y en muchas otras materias- detuvo por sorpresa el vehículo en una de las estrechas calles de lo que se podría considerar como el centro de Fuentegelmes, y echando mano de la cámara de fotos, señaló hacia el dintel de una casa de relativa antigüedad. N o hizo falta que mencionara el motivo de tan súbita, repentina parada, porque saltaba a la vista; ahora bien, supongo que, conociendo mi interés por esos, hasta cierto punto, enigmáticos y escurridizos monjes con espuelas que, según Bécquer, fueron los templarios, insinuó con cierta malicia, aunque en modo alguno malintencionada: - Un Baphomet... S uponer por suponer, lo único cierto es que en

Retorno a Caracena

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S ituado en un lugar desolado de las estribaciones de la Sierra de Pela, no exento de belleza y magia, Caracena es uno de los rincones supervivientes de un auténtico mundo perdido; un mundo, que aún hoy, al cabo de los siglos, permanece amarrado, inmutablemente, a ese puerto imaginario con forma de cuerno de marfil, por el que los antiguos griegos pensaban que venían los sueños. E n realidad, no deja de ser un sueño llegar a un lugar tan aislado, y sin embargo, tan rico en matices. I ncreíble, por otra parte, parece el detalle de que un lugar de tales características, acreedor de tanta historia y tantos misterios asociados, apenas cuente con leyendas y tradiciones que, a fuerza de repetirse de generación en generación, la Justicia –en ocasiones tan ciega e injusta como la Historia- haya consentido en otorgar una sencilla, pero objetiva dote de realidad. P arte de esa dote, y a falta de nuevos descubrimientos que la amplíen y la hagan definitivamente atractiva para esa interesada rama d

Almazán

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¿ Se llega a conocer alguna vez a las personas?. ¿Y a esa prolongación de ellas, que en el fondo, son las ciudades?. Cuanto más antigua es una ciudad, más difícil resulta llegar a conocerla. Hay una parte de la Historia, que siempre es reacia a la hora de darse a conocer. Comparativamente hablando, se puede decir que las ciudades son, de alguna manera, semejantes a esa novia recatada que no permite que el novio la vea hasta que no se encuentran en el altar. Después, caído el velo imaginario de lo que tradicionalmente se denominaban las vergüenzas y descubierto el misterio del amor a solas, se convierten en algo más que en marido y mujer: se convierten en cómplices. Y como cómplices, comparten entrega y dedicación. He aquí, bajo mi punto de vista, donde radica el quiz de la cuestión. Y o creo que para llegar a conocer una ciudad, es necesario, cuando no requisito imprescindible, hacerse cómplice de ella. Y no hay mejor manera de conseguirlo, que residiendo en ella, aunque sea sólo uno

Alrededores de San Baudelio (un vistazo interior)

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M i última visión de ese increíble lugar que, según Jacques Fontaine -una autoridad en Antigüedad Tardía y la Edad Media- encierra las fantasías barroquizantes del último mozárabe en Castilla, la ermita de San Baudelio, fue una visión surrealista, apocalíptica incluso, si tenemos en cuenta la invasión desenfrenada de que está siendo objeto, una vez convertido en parte mediática de ese gran acontecimiento cultural; de ese gran paseo histórico, denominado las Edades del Hombre. E l puente del Pilar, atípico como pocos, había sustituido la cara melancólica y lacrimosa de años anteriores, por una sonrisa tan radiante, que inducía a pensar que el eje de la Tierra hubiera invertido voluntariamente su rotación, ofreciéndonos una primavera esplendorosa, en lugar de ese misterioso y en ocasiones gélido otoño a que últimamente nos tenía acostumbrados y que, en el caso del año anterior, había sido especialmente desapacible. E n el mapa estelar de la región, Ciruela, Casillas, Caltojar y Bordecore

Bordecorex

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¿ Tiene la Historia una deuda con Bordecorex?. Si así fuera, cabe en la imaginación suponer lo que sería el descubrimiento arqueológico más importante, después del hallazgo de la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes: el descubrimiento de la tumba de Almanzor. N o cabe duda, de que geográficamente hablando, no hay comparación posible, si se exceptúa, como adjetivo de referencia, la extrema -que no exenta de belleza- dureza del lugar. Como Caltojar, Casillas, Ciruela o Fuentegelmes, Bordecorex constituye otra de las piedras preciosas que conforman un regio cinturón imaginario, cuya hebilla, de oro puro, no sería, si no, la aparentemente humilde y no obstante excepcional, ermita mozárabe de San Baudelio de Berlanga. L a muerte oficial del que fuera considerado, con toda justicia, como el azote de los reinos cristianos -de sus cincuenta y dos razias o campañas militares, las más importantes fueron aquellas emprendidas contra Barcelona, Pamplona, Santiago de Compostela y San Millá

Villasayas: románico y amabilidad

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C uesta creer que en las estepas que rodean en la actualidad Villasayas, hubiera antaño hermosos montes de pino, aunque estos fueran replantados parcialmente a mediados del siglo XX. A duras penas, y a pesar de los sucesivos añadidos que desvirtúan su verdadera esencia, sobrevive, también, buena parte del románico original de su iglesia parroquial, que se encuentra bajo la advocación de la Asunción de la Virgen. E l pueblo, que en su época de esplendor llegó a contar con más de seiscientos vecinos, se encuentra plácidamente situado a diecisiete kilómetros de Almazán; a unos ocho kilómetros de Barahona -fuera, no me cabe duda, del influjo hechicero de sus famosas brujas, y sus misteriosos, y de hecho, peligrosos pozos airones- y a apenas una treintena escasa de kilómetros de la vecina provincia de Guadalajara y dos de sus principales, cercanos e históricos referentes: Atienza y Sigüenza. De hecho, la iglesia de Villasayas dependió durante siglos del obispado de ésta última población, s

Caltojar: arpías y románico

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C onfieso que el flash de la cámara se disparó por error. Lo supe apenas una fracción de segundo después, cuando percibí que una sombra dantesca profanaba la pétrea y cuasi-perfecta concavidad del ábside, mientras un grito, estridente, amenazante y de proporciones desmesuradas, me indujera a pensar que una arpía había burlado las leyes de la física y aplicándose arbitrariamente una oscura magia medieval, hubiera abandonado su destacada posición en un ignoto capitel. Hasta ese momento, no recordaba que, una vez dejada atrás con tristeza la ermita de San Baudelio -sumida en el caos provocado por su designación como una de las sedes de las Edades del Hombre- hubiéramos decidido entrar en un cine y asistir a la proyección de una nueva secuela de la saga de El Señor de los Anillos, donde hombres, hobbits, enanos, elfos y orcos pugnaban duramente por el control de la Tierra Media. D espués de la bronca, y una vez superado el estupor inicial, sí recuerdo, no obstante, que una frase de una can

Crónica de un mágico atardecer en Barca

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Yo creo en la magia que, en último término, es simplemente el poder de materializar la imaginación en la realidad. [Salvador DALÍ] A ún antes de apearme del vehículo, ya tuve la certera sensación de que la tarde, una vez que el sol comenzaba a bostezar intentando refugiarse allá, por esa línea inalcanzable del horizonte donde van a fenecer todas las quimeras, culminaría en un decorado eminentemente mágico, digno de una tragi-comedia shakesperiana. Las sombras comenzaban a perseguir por las paredes y las aceras de las casas, a unos rayos de sol que, rezagados, intentaban hacerse fuertes entre los arcos y capiteles de la cercana iglesia de Santa Cristina, mientras el grueso de la infantería solar intentaba atrincherarse en los campos de alrededor, en un heróico aunque inútil gesto, que pretendía trascender una de las sagradas leyes del Universo. E n la quietud de la tarde, el viento era apenas un susurro que se colaba por los resquicios de puertas y ventanas, levantando pequeñas nubecill

Retortillo de Soria

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C ercano a Tiermes y rodeado de campos somnolientos que maman subterráneamente la leche cristalina de los agostados pechos de la Madre Gaia, un pueblo dormita al melancólico sol otoñal, como si de un caracol se tratara: Retortillo de Soria. De su malherido y anciano caparazón, a duras penas sobreviven unos cuernos con forma de muralla, que a base de llamar la atención sobre su estado de rancio, medieval abolengo -y sólo Dios sabe en virtud de qué suerte, y no obstante merecida prebenda oficial- afrontan una cura de emergencia, según delatan unos andamios que, cual férreas mantis religiosas de metal, se aferran con obstinada determinación a la piedra. Se trata de la llamada Puerta de Sollera, que, guardando detrás de su caparazón las últimas casas del pueblo, resulta, también, el punto de partida de un caminillo rural, arbolado y en pleno proceso de restauración también, que conduce hacia una ermita solitaria, desde la que se avista una considerable extensión esteparia, que caracteriza

Anoche soñe que volvía a los Arcos de San Juan

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Anoche soñé que volvía a los Arcos de San Juan. Recuerdo que en mi sueño, creí escuchar una sinfonía fantástica compuesta de latiguillos, campanillas y cascabeles cuando pisé la grabilla al comienzo de la senda arbolada que conduce al arcano recinto hospitalario. Era el viento, que al colarse entre las ramas de los árboles, hacía que las hojas cantaran como frágiles divas. Me resultó extraño no ver gatos junto a la verja de entrada. Tampoco se veía ninguno solazándose marrullero contra el lomo malherido de un chopo centenario, del que siempre he creído que albergaba duendes junto a su colapsado corazón. Más tarde averigüé el por qué de ésta inusitada deserción felina: estaban todos en un rincón del claustro, dormitando plácidamente al sol. No obstante, creí percibir que algo había cambiado en su estricta, desapegada educación. Si por regla general, siempre eludían cualquier contacto humano que no fuera con el guarda del recinto, aquél que precisamente los mimaba y les echaba de comer,

Regreso a Termancia

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Han transcurrido más de dos mil años desde aquellos idus de marzo del año 141 antes de Cristo, cuando los termestinos empujaron al general romano Quinto Pompeyo y a su ejército contra un precipicio, obligándole a desistir de su empeño de conquistar la ciudad, haciendo que se retirara a las proximidades de Numancia. Posteriormente , ya en el siglo XII, un auténtico mito nacional, el Cid Campeador, pasa por Tiermes, segun queda reflejado en el Cantar: Assiniestro dexan Agriza que Álamos pobló. Allí (son) los cannos do a Elpha encerró... Según afirman Alberto Bescós Corral, Santiago Martínez Caballero y Arturo Aldecoa Ruiz en el monográfico Gentes de Tiermes, editado por la Consejería de Cultura y Turismo y la Junta de Castilla y León, 'Álamos sería un alter ego de Hércules, explicación del origen de la ciudad, y Elpha (Elfa) una suerte de ser maligno o mujer-serpiente similar a las Lamias, tan comunes en la mitología española, ligadas a pantanos, bosques oscuros, cuevas o antros'