No le falta ni un ápice de razón a mi estimado amigo Xavier Musquera, cuando hace tal aseveración. Posiblemente, nos encontramos aquí con otra abominación de las injusticias históricas que, unida a la cometida por el rey francés Felipe IV -en connivencia con el Papa Clemente V, de nombre Bertrand de Got- aquél fatídico viernes, 13 de octubre de 1307, consienta, de alguna manera, en avivar aún más la llama de la leyenda y del misterio que envuelve todo lo que a la Orden del Temple se refiere.
A lo largo de mis vivencias por la provincia, en las que no han faltado ni faltarán búsquedas personales de ese Temple que tan activamente participó en la Reconquista y cuyas huellas -menores a medida que va pasando el tiempo- aún puede descubrirse a este lado de la frontera del Duero, he podido percatarme de que, si bien la documentación histórica no la hace justicia por su rareza y escasez, la Tradición oral, sin embargo, la satisface cumplidamente. No resulta raro, por tanto, encontrarse en más de un lugar con el comentario: 'fue o ha sido de templarios'.
En el caso de Castillejo de Robledo, dicho comentario, sin embargo, huelga por completo. Cualquier visitante, sea veterano o primerizo, que pone los ojos en la iglesia de Nª Sª de la Asunción, sabe -sin necesidad de documentación escrita que lo corrobore- que en ese lugar, los monjes-guerreros tuvieron en tiempos una considerable presencia. Basta sólo echar un vistazo a ese maravilloso pórtico de madera de estuco, pintada con los colores blanco y negro de la Orden, para darse cuenta de ello.
Pero las huellas de su presencia, cobran una notable fuerza; una más que evidente notoriedad, en su interior. Las pinturas que poco a poco van apareciendo entre la cal de sus muros, cuentan viejas historias. Historias que, algunos, identifican con ese episodio vergonzoso de la humillación de las hijas del Cid a manos de los condes de Carrión, pues no en vano, Castillejo de Robledo está considerada como la villa o el lugar donde acaeció la famosa afrenta de Corpes.
No obstante de este detalle, lo espectacular aguarda un poco más allá, en ese ábside genuino y único que aún conserva el revestido ajedrezado en rombos negros y blancos -los colores del Baussant, o estandarte por el que los hermanos freires daban la vida alegremente- que lo cubren por completo, y al que guarda, eternamente, sin descanso, un terrible animal mitológico, que algunos identifican con una serpiente de dos cabezas y otros con un dragón.
En la actualidad, no es posible visitar la iglesia por dentro, pues entre los meses de octubre y noviembre de 2007, comenzaron a ejecutarse los trabajos de remodelación del tejado, y aún tardará algún tiempo en estar lista. Pero siquiera, dejarse caer por allí, no estaría exento de interés pues, a pesar de los andamios y el material de la obra, en el ábside pueden contemplarse a gusto los dos canecillos más eróticos del románico soriano y degustar un buen cocido y un excelente vino en la Venta de Corpes, que por algo Castillejo figura y figurará siempre en un lugar de honor dentro de esos Caminos del Cid, que tanto interés histórico y cultural tienen aún hoy en día.
(1): Ediciones Nowtilus, S.L., 2006.