viernes, 20 de junio de 2008

Castillos de Soria: Caracena, Segunda Parte

Castillos de Soria: Caracena, Primera Parte


'Estás enferma, ¡oh rosa!

El gusano invisible,

que vuela, por la noche,

en el aullar del viento,

tu lecho descubrió

de alegría escarlata,

y su amor sombrío y secreto

consume tu vida'.

{William Blake: 'La rosa enferma'}

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Como la rosa enferma del artista visionario británico William Blake -sus biógrafos cuentan que ya siendo un niño, entró en contacto con ese otro mundo sobrenatural, cuyas visiones fue reflejando en sus obras a lo largo de su vida- el castillo de Caracena laguidece en silencio, consumido por el gusano invisible del tiempo, el abandono, y no se puede decir que también lo consume el olvido, porque de cuando en cuando, algún que otro curioso se aventura a ascender la cuesta y echar un vistazo a sus piedras centenarias. A veces, los niños del pueblo -pocos, como sus habitantes- se acercan hasta sus muros y emulan las aventuras de aquellos aguerridos cuarteleros que, juramentados con uno u otro blasón señorial, guardaron un día sus muros.
Aunque lo que se aprecia en la actualidad, pertenece a su última remodelación en el siglo XV, el árbol genealógico de ésta impresionante fortaleza se remonta, sin embargo, al siglo XII.

jueves, 19 de junio de 2008

Ermita de Nª Sª del Mirón


Más que la impresión de haber penetrado en una ermita, ciertamente el viernes tuve la certeza -cada vez más acusada, a medida que Iluminada Mozas, la 'guardesa', me iba mostrando todos los rincones- de haber traspasado el umbral de un pequeño museo, repleto de piezas, en menor medida románicas -con excepción de la talla de la Virgen del Mirón, datada, aproximadamente, a caballo entre los siglos XIII y XIV, y parte del ábside, convertido hoy en sacristía-, y sí, con gran profusión de obras, cuya mayoría, en origen, corresponden a los periodos barroco y renacentista. Dicha talla se halla situada detrás del altar, destacando a media altura en el Retablo Mayor.
A la derecha de éste, muy cerca de la puerta de entrada a la sacristía, otro retablo barroco, aunque de menores dimensiones, ofrece la oportunidad de contemplar una de las piezas más curiosas -y puede que única en su género- dedicada a la figura de San Saturio, santo Patrón de Soria, cuyo culto, tardío, se remonta a los siglos XVI ó XVII, cuando fueron descubiertos unos restos en la cueva donde se asentaba la antigua ermita dedicada a la figura de San Miguel Arcángel, y a partir de entonces sustituído por el culto saturiano.
Esto me recuerda, de alguna manera, la similitud con el descubrimiento de los supuestos restos del Apóstol Santiago en Compostela, cuya identificación está sujeta a serias dudas, pues no en vano existen algunos testimonios que la relacionan con otro notable y curioso personaje, 'maldito' por la Iglesia: Prisciliano. En el caso de San Saturio, el enigma es mayor, pues no hemos de olvidar que durante la primera etapa, aquél lugar estuvo bajo la vigilancia y custodia de la Orden del Temple, de cuya encomienda o antiguo monasterio, aún sobrevive en la actualidad la Puerta de San Polo.
Volviendo a la figura de San Saturio, podemos decir que el detalle en el que radica su excepcionalidad, es que muestra al santo de cuerpo entero, constituyendo, como decía, una de las pocas representaciones existentes, pues el 'empecinamiento' de mostrarlo sólo como busto, ha dado lugar a numerosas hipótesis, entre las que no se descarta aquélla encaminada a compararlo con el misterioso busto Baphomet, que se suponía 'adoraban' los templarios, y que tantos ríos de tinta ha vertido a lo largo de los siglos.
Por encima de éste, ocupando el lugar más alto del retablo, aunque de menores dimensiones, hay, también, una figura de San Prudencio, su discípulo, vestida con la mitra representativa del obispado, pues no en vano, todo el mundo sabe que fue obispo de Tarazona.
Se puede ver, así mismo, al pie del retablo y prácticamente disimulado entre macetas de flores, una pieza de esmerada factura y extraordinario valor: un crucifijo de marfil del siglo XVII, que Iluminada, no exenta de cierto orgullo, tuvo la amabilidad de enseñarme, apartando un poco las macetas que, según he dicho, prácticamente lo mantienen escondido.
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martes, 17 de junio de 2008

La Magia de San Saturio

El sol apenas comienza a bostezas sobre la línea del horizonte, cuando atravieso la Puerta de San Polo -antiguo monasterio perteneciente a la Orden del Temple y en la actualidad propiedad privada- encaminándome, sin prisa, hacia un lugar herido por la flecha de la Magia y de la Tradición. Una ermita de planta octogonal, características 'churriguerescas' -por citar las palabras de Gustavo Adolfo Bécquer- que, colgada en la roca como el nido de un águila, atrae irremisiblemente la devoción de propios y extraños. Me refiero, como es obvio, a la ermita de San Saturio, Patrón de Soria.
A mi derecha, las aguas del Duero -río emblemático donde los haya- reverberan en el ambiente, llevando a los oídos sonidos de cristal y campanillas, que se adelantan en la madrugada a la llamada de las campanas de la cercana concatedral de San Pedro.
Por el contrario, a mi izquierda, el monte de Santa Ana -que se prolonga en ambos sentidos, hasta unirse con el famoso monte de las Ánimas, custodio inalterable del monasterio de San Juan- recibe los primeros abrazos del sol, cuyos rayos se filtran, cuál chorros de brillantina, a través de las ramas de los árboles.
No puedo olvidar, en modo alguno, que ese camino que en estos momentos recorro con una entrañable emoción, fue musa, en tiempos, de cronistas y poetas que un día -posiblemente tal que hoy- quedaron definitivamente prendados de su embrujo.
Tal es el caso de Gaya Nuño; de Antonio Machado; de Gerardo Diego o de Gustavo Adolfo Bécquer, de cuya inspiración da testimonio una parte considerable de la mejor Literatura española de todos los tiempos.
Hasta tal punto es hechizante este entorno, que incluso mientras se acorta la distancia hasta las postrimerías del santuario, pienso que incluso el más grande dramaturgo de todos los tiempos -William Shakespeare- pensó en un lugar parecido para situar a personajes tan entrañables como Titania y Oberón, en ese 'sueño de una noche de verano', repleto de matices mágicos y esotéricos.
{En construcción}



domingo, 15 de junio de 2008

Curiosidades sorianas: ¿un posible milagro en la iglesia de Nª Sª del Mirón?

Milagros... Fe... Cuál Hamlet, humano pero terriblemente indeciso, la cuestión es, ¿creer o no creer?. Como considero que es una cuestión particular de cada uno, me limito sólo a exponer la creencia de otra persona; en éste caso, de nuestra amiga Iluminada Mozas. Y aunque sé que mi actitud puede compararse con el lavado de manos de Poncio Pilatos, sólo puedo decir, en mi descargo, que aunque escasos, pienso como los gallegos en relación a las brujas: 'habélos, posiblemente hailos'.
Por cierto, Iluminada -aunque no lo grabé- me contó cosas de su vida. Y por lo que me dijo, doy fe de que tuve el placer de conocer a una mujer valiente, cuyas penalidades -por muchas que pensemos que tenemos los demás- no se las deseo a nadie. Tampoco creo prudente exponerlas aquí.

Curiosidades sorianas: la historia jeroglífica de la construcción de la iglesia de Nª Sª del Mirón

Mi anterior y única visita a la iglesia de Nª Sª del Mirón, en Soria capital, me dejó completamente frustrado. Recuerdo que fue un caluroso sábado del mes de agosto del año pasado, y accedí a ella por la parte de atrás; es decir, por un camino polvoriento circundado por los restos de las antiguas murallas. Enclavado frente a la iglesia, el hotel Leonor constituía un auténtico punto de ebullición, donde los huéspedes y algunos minutos después, los invitados a una boda, se mezclaban sin orden ni concierto, no pudiendo discernir quiénes eran unos y quiénes los otros. En realidad, este detalle carecía de importancia. No así, desde luego, el llegar a un sitio de interés, en el momento más inoportuno.
Sabiendo que con tanta gente no me sería posible gozar de las maravillas que intuía se hallaban presentes en el interior de tan emblemática ermita -recordemos que se ubica en el cerro del Mirón, enfrente del monte de las Ánimas, desde donde se domina, aparte del monasterio de San Juan de Duero, una espléndida panorámica de la ciudad- decidí, no de muy buena gana, es justo confesarlo, dejar la visita para una ocasión más propicia.
Pues bien, ésta ocasión se presentó el pasado viernes, día 13 y para más señas, festividad de San Antonio.
Tenía previsto asistir a un acontecimiento en Garray -como así fue-, aunque, acostumbrado a salir de viaje temprano, decidí pasar primero por Soria y visitar dos lugares de los que no me importa confesar un sentimiento de admiración, que raya en una más que probable fiebre romántica. Me refiero, como ya habréis adivinado aquellos que me conocéis y quizás también aquellos que me váis conociendo, a la ermita de San Saturio y al monasterio de San Juan de Duero.
La paz que se respiraba en el primero, contrastaba notablemente con la algarabía turística que comenzaba a adueñarse del segundo a medida que llegaban autocares procedentes de diversos puntos del país. De manera que tuve que posponer para mejor ocasión, el intento de hacer un vídeo-documental, cuyos protagonistas fueran -única y exclusivamente- esas piedras milenarias que tanta admiración despiertan y seguirán despertando en el futuro, pues no en vano fueron creadas precisamente para perdurar.
Con la bolsa al hombro y las cámaras a buen recaudo, me despedí de mi querido monasterio sanjuanista -mal que le pese a mi forofismo templario- y ni corto ni perezoso, enfilé el camino hacia la iglesia de Nª Sª del Mirón. De todas formas, me pillaba de camino. Decepción de decepciones, la iglesia, para gran fastidio mío, estaba cerrada.
- Suelen abrir un rato por las tardes, -me comentó, amablemente, una señora que pasaba casualmente por allí.
Como no es mi intención extenderme más de la cuenta, decir que pasaban de las tres de la tarde cuando abandoné Garray -contento por haber pasado una interesante e inolvidable jornada, cuyos pormenos narraré más adelante- y como aún no me apetecía volver a Madrid, decidí pasear un rato por las calles de Soria y hacer tiempo para volver a intentarlo.
Pues bien, en ésta ocasión a la segunda fue la vencida, y cuál no sería mi alegría cuando, comprobando que las puertas de la iglesia estaban abiertas de par en par, aparqué ipso-facto el coche junto al hotel Leonor, y colgándome al hombro la bolsa, me apresuré a entrar en su interior.
Iluminada se hallaba sentada en el último banco de la derecha, junto a la puerta, hablando por teléfono -según pude entrever- con su hijo José Luis. Cuando terminó de hablar, le expuse cuáles eran mis deseos, y aprovechando el cierto grado de amistad que me une con Don Carmelo Enciso -párroco de Garray, Abad de San Saturio y actualmente supliendo al párroco de titular de la iglesia del Mirón, que está de vacaciones- pude acceder -lo reconozco, agradecido- a ciertos lugares de la iglesia, normalmente vedados al visitante.
Fue así como me topé con ésta curiosidad -recordad que era así como antiguamente se representaban y narraban las historias- que me complazco en compartir con todos vosotros, por si acaso fuera de vuestro interés. Eso sí, pido humildemente perdón por la oscuridad del vídeo, pero cada uno debe apañarse con el material de que dispone. Espero, no obstante, que la fotografía que acompaña la presente entrada, sea lo suficientemente elocuente como para que éste constituya un detalle sin importancia.