Misterios de Barahona: la Piedra de las Brujas


Aquelarres, brujería, adoración al Diablo, conciliábulos nocturnos, orgías, elementos todos que, junto a las torturas de la Inquisición, las hogueras y los juicios de Dios conformarían los ingredientes perfectos para hacer una verdadera película de terror. Son historias que asustan, que producen escalofríos y nos hacen santiguarnos supersticiosamente, pero que, a la vez, quizás de una manera inequívocamente morbosa -cualidad inherente al ser humano, que parece estar alcanzado su nivel más álgido en los últimos tiempos- también nos atraen e interesan. Es muy posible que antiguamente, al ser abordados sobre el tema, los ciudadanos de Barahona guardaran silencio, reservando sus comentarios de puertas para adentro, transmitiendo ésta curiosa historia de generación en generación, arropados por la más estricta intimidad. También es posible que formaran parte de ese folklore; de esas historias de terror que se contaban al amor de la lumbre en las frías tardes de invierno, para mantener a raya y temerosos a los más pequeños. Historias que, en el fondo, no dejan de constituir, a su manera, una parte más o menos importante de la educación y formación de un pueblo.
Actualmente, sin embargo, la historia de las brujas de Barahona queda vinculada a los atractivos turístico-culturales de ésta ciudad, apenas una treintena de kilómetros distante de Medinaceli y de esa otra ciudad, Atienza, situada en las cercanías de la Sierra de Pela, en cuyas calles todavía se puede saborear un inequívoco ambiente medieval.
Justamente en la parada del autobús, allí donde un simpático cartel con una bruja montada en su escoba voladora indica que esa pequeña parcela con columpios y toboganes es el parque infantil, bautizado precisamente con ese nombre, 'de la bruja', otro cartel indica la dirección de la famosa Piedra de las Brujas o Piedra del Aquelarre. El referido cartel, señala al frente, a la carretera que enlaza las poblaciones de Almazán y Atienza, y cuando uno posa la vista allí, es realmente difícil ver otra cosa que no sea el asfalto de ésta y los campos que la circundan. De hecho, es necesario preguntar, porque resulta sumamente difícil verla desde la carretera. Y es que, como todo en la vida, nada es lo parece e incluso nuestra famosa piedra brujeril, testimonio de esas oscuras historias a las que nos referimos, ha ido menguando a consecuencia del tiempo y el trato de los hombres.
A tal efecto, hay publicado un libro documentadisimo (1) cuya lectura recomiendo a toda aquella persona que desee profundizar más en este tema, así como en otros temas de interés, referidos a Barahona y su interesante historia. Pues bien, en dicho libro, el autor, Gumersindo García, señala que la piedra -a la que también se conoce como el 'Confesionario de las Brujas'- fue movida durante la Guerra Civil por combatientes del bando nacional, 'en la creencia y curiosidad de hallar algún misterio envuelto en sus cimientos', y que 'este movimiento debió de provocar su deterioro por la mitad'. No dice, sin embargo, si encontraron algo, aunque todo parece indicar que no.
La tarde que me acerqué hasta el lugar donde se encuentra, no dejaba de experimentar una curiosa sensación de soledad. La brisa mecía la hierba dorada por el sol -alta y abundante, excepto en aquellos puntos en que las ruedas de los vehículos habían dejado surcos que se alargaban en paralelo, produciendo un efecto similar en la hierba al del famoso caballo de Atila- y un persistente, terrorífico abejorro negro, no dejaba de volar en círculos, alertando de su presencia con el ruido de sus alas, similar, en escala y comparativamente hablando, al zumbido de los rotores de un helicóptero.
La temperatura de aquél miércoles, como ya venían alertando en los noticias de televisión, era inusualmente elevada, de manera que no debe de resultar extraño si afirmo que auténticos chorreones de sudor corrían por mi cara, no siendo precisamente de miedo. En realidad, no hay nada que temer, a excepción de los peligros que pueda conllevar el circular libremente por el campo, tenga éste algo o nada que ver con brujas o historias similares.
La piedra, curiosa de por sí, tiene un agujero -natural, según todos los indicios- por donde se supone que el Señor de los Avernos, o Macho Cabrío, o Satanás, o Rey del Mal -llámese como se quiera- 'penitenciaba' -según la tradición, y apropiándonos del término utilizado por Gumersindo- a sus creyentes y seguidores.
Este no deja de ser un detalle interesante, en mi opinión, porque hablamos de una época -siglos XVI ó XVII, aproximadamente- en que la picaresca había alcanzado cotas poco menos que olímpicas.
Hay, también, quien pone en duda la veracidad de la historia, al menos en lo que se refiere al ámbito geográfico de Barahona, y la sitúa en otra provincia, cuyo patrimonio cultural también es destacable: Navarra.
Sea como sea; ocurriera en Barahona o en cualquier otra pueblo de la provincia de Soria o de Navarra, cabe la posibilidad de que esta historia -así como otras de similares características- constituyera la pervivencia, bastante desvirtuada, de antiguos ritos de fertilidad, de probable origen celtíbero.
Y también -¿por qué no mencionarlo?- que constituyera la puesta en escena para unas simples escaramuzas carnales, llevados de la mano de una picaresca encaminada a procurarse unos placeres que, como la comida, adolecían de escasez entre el pueblo llano.
Como dato anecdótico -y lo comento, porque me llamó mucho la atención- señalar que la disposición de la Piedra de las Brujas, forma una línea recta perfecta con el pueblo y con la iglesia de San Miguel Arcángel. ¿Casualidad?. ¡Quién sabe!. Lo que sí resulta evidente, es que el llamado 'Sendero de las Brujas' comunica el lugar con otro lugar no menos interesante: el campo donde se localizan los Pozos Airones. Y aquí, desde luego, volvemos a encontrar referencias del Averno, al remitirnos a una oscura divinidad infernal -Airon- y a unos no menos enigmáticos y fascinantes 'misterios subterráneos'.
Ingredientes, pues, no faltan para hacer que una visita a Barahona, merezca realmente la pena.


(1) Gumersindo García Berlanga: 'De Barahona y sus brujas', Editorial Ochoa, Año 2006.


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