Ágreda, el Cristo Templario

Poco queda de la presencia templaria en ésta hermosa ciudad, situada en las estribaciones del mítico, legendario Moncayo, pues incluso aquéllas antiquísimas ruinas que se localizaban en las afueras de la ciudad y que eran consideradas tradicionalmente como pertenecientes a un 'antiguo convento de templarios', duermen definitivamente su sueño eterno, debajo de los cimientos de lo que actualmente es un centro juvenil, según me indicó amablemente la guía que durante estos meses de verano, se encarga de abrir y comentar algunas de las peculiaridades de la iglesia gótica de San Miguel.
Situada cerca de la iglesia-santuario de Nª Sª de los Milagros, a escasos metros por encima de la Casa Palacio de los Castejones, la visión de la sólida, compacta estructura -octogonal en parte- de ésta carismática iglesia, hace pensar en esos templos-fortaleza que se pueden admirar todavía en numerosas regiones de nuestra geografía, y que permiten hacerse una idea, siquiera de pasada, de las continuas grescas y batallas que fueron moldeando la Historia de nuestro país.
Esa parte de arquitectura octogonal a la que nos referíamos, y que caracteriza a la iglesia de San Miguel, también induce a pensar en esas otras teorías, adoptadas por numerosos autores, que la definen como ejemplo de un controvertido modelo de 'arquitectura templaria', basada -cómo no- en las peculiaridades de la Cúpula de la Roca, de Jerusalén, lugar donde se situaba el antiguo Templo de Salomón y punto posterior de ubicación de la mezquita de Al-Aksá, el lugar más sagrado de los musulmanes después de La Meca.
De lo que no cabe ninguna duda, y en esto la tradición oral se mantiene firme y persistente, es en el detalle de atribuir una más que probable 'naturaleza templaria' al Cristo que se conserva en el Santuario de Nª Sª de los Milagros. Hasta tal punto es persistente la tradición, que basta sólo con preguntar por el 'Cristo templario', para que inmediatamente te remitan hasta el lugar donde todos dan por hecho que se encuentra: en uno de los laterales del santuario de Nª Sª de los Milagros, junto a la estatua de San Pedro, sedente y rostro severo, así como un magnífico ejemplar de pila románica, cuya decoración recuerda, en parte, los esquemáticos arcos del monasterio de San Juan de Duero.
Que yo sepa -es evidente que ignoro muchas cosas- no hay o no existe un 'modelo templario' en cuanto a imaginería estatuaria se refiere, aunque hay quien así lo atribuye, basándose en elementos colaterales, como podría ser, por citar un ejemplo, la cruz en forma de Tau, elemento del que existen bastantes referencias en la provincia. No es el caso, desde luego, de éste Cristo agredense, aunque guarda alguna similitud con otro Cristo de tradición templaria, como es aquél que se encontraba en el monasterio de San Polo y en la actualidad se puede contemplar detrás del altar de la iglesia de San Juan de Rabanera, en Soria capital. Me refiero a la posición de las piernas: la izquierda recta y la derecha haciendo ángulo, como si se tratara de una escuadra. Sí parece coincidir, cronológicamente hablando -siglo XIII- en el que la presencia de la Orden todavía resultaba notoria, sobre todo en un país que, en plena Reconquista, recordaba los días de gloria y esplendor en Tierra Santa.
Pero si hemos de hacer caso a la tradición -en cuanto a la posible existencia de Cristos de origen templario-, a estos dos habría que sumar aún un tercer Cristo considerado como tal: el que se puede contemplar en una de las capillas de la iglesia de San Juan Bautista, en Ucero, el cuál, según comentan los vecinos -entre ellos Juan Gonzalo Sanz, guarda forestal del Cañón del Río Lobos- se encontraba antiguamente en el castillo, junto a una virgen románica -la Virgen del Rosario, encontrada en uno de los aljibes- así como también junto a una magnífica y enigmática representación en piedra de Santa Bárbara, a la que vulgarmente se la conoce como la 'Virgen de Piedra'.
Sea como sea, existen en la provincia indicios más que suficientes como para suponer que la presencia de la Orden del Temple fue bastante más que notoria, y aunque se conservan pocos documentos escritos que lo corroboren, la tradición oral, sin embargo, es rica y persistente.

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