Cosas de Conquezuela: entrevista a Agapito, Primera Parte


Romero fervoroso y de aspecto saludable a pesar de sus setenta y ocho años y una vida de labor a cuestas, Agapito es, sin duda, toda una institución en Conquezuela. No bien llegué a primera hora de la mañana a las inmediaciones de la ermita -teniendo el privilegio de asistir a los preparativos- su nombre no tardó mucho en salir a relucir. Y es que, como digo, Agapito es una referencia para todas aquellas personas que deseen saber, conocer cosas acerca del lugar, su historia, sus tradiciones y, por supuesto, su espectacular entorno.
Si bien es cierto que el tiempo no perdona, y no obstante su gradual sordera, resulta digno de ver cómo a este buen hombre se le ilumina la cara cuando alguien le pregunta acerca de su adorada comarca. Como digna de ver es, también, la manera en que, después de una leve pausa en la que el oyente tiene la impresión de que Agapito se toma una pausa para poner en orden sus recuerdos, éstos fluyen a través de sus labios con una sincera emoción.
Y es que estoy convencido, después de oírle hablar, de que Agapito, en el fondo, es un romántico denodado, que echa en falta una unidad y una hermandad que, como dice con tristeza, actualmente se está perdiendo.
Todo en esta vida es relativo. Yo no sé si volveré a tener la ocasión de hablar con Agapito. Puede que mis aventuras me lleven otra vez a Conquezuela y la casualidad -cuando no la causalidad- hagan el resto. Pero lo que sí sé con absoluta seguridad, es que esta misma casualidad/causalidad, en el día de ayer me agasajó, poniéndolo en mi camino. De manera que sólo me resta por decir, desde la soledad de éste corazón de peregrino, muchas gracias Agapito.


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