Bordejé, iglesia de San Antón


Situado en plena meseta soriana, a escasos kilómetros de la importante villa de Almazán, y al cobijo de una ladera cuya cima desnuda baten con saña el viento y la nieve en invierno, resultando posiblemente insoportable la calima en verano, Bordejé es un pueblecito pequeño que resiste orgullosamente, negándose sus habitantes a dejar que corra igual suerte que otros pueblecitos de similares características, que pasaron a la historia como si nunca hubieran existido, y actualmente sirven de refugio a todo tipo de hierbajos y alimañas.
La despoblación en la provincia es un hecho preocupante, y como tal, triste en definitiva, no dejando de ser motivo de admiración y orgullo ver algunos pueblecitos -como el del caso que nos ocupa- cuyos habitantes se aferran al lugar, tal y como las lapas lo hacen a los cascos de los barcos.
En honor a la verdad, considero oportuno poner de manifiesto que seguramente hubiera pasado de largo, sin detenerme, de no haber sido por dos factores que considero fundamentales: mi gran interés por el románico y mi desproporcionada curiosidad por conocer y visitar todos los rincones posibles de la provincia.
De hecho, ambos factores ya me habían inducido a pasar por Bordejé en una ocasión anterior. Fue en el mes de julio, cuando el calor hacía que incluso las cigarras buscaran el cobijo de las piedras y dejaran su insoportable cántico para horas más próximas al atardecer.
Así es, situada en lo más alto y dominando el pueblo -como solía ser habitual antiguamente- una construcción eclesiástica se apreciaba en la distancia, similar a un faro dominando buena parte de la costa. Durante mis viajes a la capital, cada vez que su mole aparecía en el horizonte, no dejaba de observarla, repitiéndome para mis adentros que algún día tenía que posponer mi destino durante unos minutos y desviarme para echar un vistazo. Ese día, como he dicho anteriormente, llegó en julio -más o menos a mediados de mes- cuando, encontrándome de vacaciones, me podía permitir el lujo de viajar sin prisas.
La iglesia en sí, vista de cerca, no ofrece apenas nada de interés. Es probable que en sus orígenes fuera románica, aunque todo parece indicar que su estructura o parte de su estructura se aprovechó posteriormente, como indica una fecha situada sobre el pórtico de entrada: 1862.
Sí me llamaron la atención -y mucho, todo hay que decirlo- dos elementos que, aún en la actualidad, me intrigan sobremanera y no dejo de considerar de cierta importancia.
El primero de ellos, se encuentra situado sobre el ventanal de lo que en una construcción románica hubiera sido el ábside, propiamente hablando. Se trata de unas tijeras, perfectamente labradas en la piedra. En una de las primeras entradas de este Blog, hablaba de este curioso símbolo y citaba las palabras de un escritor amigo, por el que siento mucho respeto -Xavier Musquera, por más señas de identidad- y el estupor que dicho símbolo le había causado al encontrárselo varias veces en el transcurso de sus investigaciones por el norte de la Península.
En líneas generales, Xavier se preguntaba qué sentido tenían unas tijeras -posible señal o distintivo del gremio de sastres- como marca de cantería en construcciones de índole románica, no imaginándose, lógicamente, a nadie de este gremio subido en un andamio colocando bloques de piedra, de la misma manera que no se imaginaba a un cantero o a un albañil cortando tela y haciendo trajes. El enigma, por tanto, queda ahí.
El segundo de los elementos a considerar, y que puede denotar la importancia que en el pasado tuvo la región, se encuentra en el porche de la entrada, haciendo esquina en una de las galerías que, a modo de ventanucos, se sitúan fente al pórtico. Es de reseñar el lamentable estado en el que se encuentra el revestimiento de las paredes en ésta zona; estado, por otra parte, que se puede apreciar perfectamente en el vídeo que se acompaña a la presente entrada.
El símbolo en cuestión, por su forma y diseño, recuerda una cruz celta, tal y como comenté en mi anterior artículo. Reconozco, que por aquél entonces no consideré la posibilidad -que me convence mucho más en esta ocasión- de que posiblemente se trate de un elemento ajeno al lugar.
Elemento que, observado con atención, diría -sin temor a equivocarme- que formaba parte de una antigua sepultura, probablemente de origen visigodo. Ahora bien, si tal es el caso, en buena lógica, cabe suponer la existencia de un antiguo cementerio visigodo en los alrededores, de cuya existencia probablemente existan referencias, aunque, por desgracia, aún no he podido localizar ningún dato al respecto.
Baste, pues, la presente entrada, como reclamo para aquellas personas que puedan aportar algún dato relativo, información, por otra parte, que cuenta de antemano con mi más sincera gratitud.

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