viernes, 24 de agosto de 2007

San Esteban de Gormaz: Exposición de la Barbarie



A pesar de haber dejado atrás el meridiano del mes de agosto, y haber sentido en la piel, a primera hora de la mañana, ese aliento fresco que se cuela despreocupadamente por los valles que, semejando una cuña cercan a la hermosa ciudad de Medinaceli, el sol apenas nos decepcionó cuando hacíamos nuestra particular 'entrada triunfal' en la hermosa villa de San Esteban de Gormaz. Tanto, o quizás más añeja aún que la propia historia del pueblo, la iglesia románica de San Miguel (siglo XI), nos recibió engalanada de fiesta, como si los vecinos hubieran decidido, de común acuerdo, hacerla reina mayor por un día.
Siendo la decana de las iglesias románicas -no sólo de la provincia de Soria, sino de España- junto a su piedra, bellamente labrada, aunque miserablemente castigada por el tiempo cuando no por la acción descabellada de los hombres, una exposición de antiguos y terribles artilugios nos abofeteo en plena cara, recordándonos que la imaginación humana no conoce límites a la hora de someter y herir a sus semejantes.
En efecto, hablo de la tortura -aplicada sin compasión, aún en nuestros días-, aunque en el caso que nos ocupa, con el inconcebible agravante de ser utilizada en el nombre de Dios.
Echando un vistazo a 'la doncella de hierro' -donde Montse aceptó posar, no sin experimentar un repentino estremecimiento que le puso la piel de gallina- el 'bressol de Judas', el potro, la 'silla de interrogatorios', las brasas y los ganchos -sólo por citar algunos ejemplos- teníamos la oportunidad de ser ocasionales testigos de una estremecedora visión gráfica de hasta dónde puede llegar la imaginación del hombre puesta al servicio de la intransigencia.
Observando esos engendros, toscos en su diseño pero terriblemente eficaces en su detestable misión, resultaba fácil imaginar el doloroso destino de los pobres desgraciados que caían en manos de inquisidores y verdugos, cuya patología mental estaba más cerca del universo despiadado del psicópata, que de ese otro universo sagrado de Dios, a quien supuestamente servían y cuya bondad alababan.
Ni siquiera la degustación de un trago de buen vino ofrecido por los amables representantes de una cooperativa vinícola situada en las inmediaciones de la iglesia, consiguió hacer aflorar en nuestro interior esa chispa de alegría asociada siempre a una celebración, y aunque continuamos nuestra visita a una entrañable y pinturesca ciudad -visita que recomiendo, pues merece la pena- una negra sombra se extendió por mis pensamientos pensando que uno de los símbolos que hizo considerar como brutal a la Edad Media, seguía siendo, a fin de cuentas, una de las características más sobresalientes de nuestro civilizado siglo.

martes, 21 de agosto de 2007

Castillejo de Robledo: Iglesia Parroquial de la Asunción


Aproximadamente a 12 kilómetros de Langa de Duero, y haciendo frontera con la provincia de Segovia, el municipio soriano de Castillejo de Robledo recuerda, a todo aquél que pasa por allí y se detiene el tiempo suficiente, uno de los episodios históricos más vergonzosos del Cantar de Mío Cid: la 'afrenta de Corpes'.

En efecto, en un robledal situado en las proximidades, doña Elvira y doña Sol, las hijas de Rodrigo Díaz de Vivar -el Cid Campeador- sufrieron la vergüenza y el escarnio a que las sometieron sus maridos, los condes de Carrión, en venganza por haberse visto humillados después de demostrar públicamente su cobardía.

Situado, como no podía ser menos, en la denominada 'Ruta del Cid', el pueblo de Castillejo de Robledo pervive armoniosamente a la sombra de las ruinas del castillo -hay indicios suficientes para suponer que éste se erigió sobre una antigua fortaleza musulmana- desde el que siglos atrás -cuando en sus torres ondeaban con orgullo los pendones blanquinegros del Temple- sus habitantes recibían cobijo y protección.

Visto, precisamente, desde el elevado peñasco donde éstas sobreviven a duras penas, resulta poco menos que imposible no mirar hacia el pueblo y sentirse parte de una postal que refleja las características de un lugar que parece -cuál el Brigadoon de la película- haberse detenido en el tiempo.

Rodeado de huertas y fértiles campos -no en vano, existen también crónicas que aseguran que fueron precisamente los freires milites del Temple, propietarios y explotadores de bastos terrenos- Castillejo, aún a pesar de su belleza, hubiera pasado desapercibido -como muchos otros encantadores y poco conocidos pueblos de la región- si la casualidad, la sincronía o la -digamos, en ocasiones- extraña forma en que la Diosa tiene a bien imponer justicia, no hubiera querido que hacia 1933 unas obras en el interior de la iglesia románica de Nuestra Señora del Castillejo, dejaran al descubierto parte de unos extraordinarios frescos, cuya importancia hace del lugar un sitio de especial carisma histórico, cultural y sobre todo, artístico.

No es de extrañar, pues, que cualquier visitante que acuda a Castillejo preguntando por la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción -pasó a denominarse así a partir de 1738- conozca en primer lugar -un poco por encima, desde luego, y variando en algunos detalles según la 'fuente'- la 'historia del cura, las obras y el descubrimiento'.

También es un dato a tener en cuenta, que Castillejo -como cualquier otro lugar que en tiempos estuviera relacionado con la presencia del Temple en sus cercanías- cuenta con una leyenda tenebrosa, cuyo protagonismo es por completo acaparado por los monjes-guerreros: la leyenda del Vallejo Caballero.

Como viene siendo habitual en todas las leyendas relacionadas con la histórica y malograda Orden apadrinada por Bernardo de Claraval, su protagonismo viene a ser oscuro, perverso y merecedor de pocas simpatías, en muchas ocasiones abonado por la falta de objetividad de escritores como, por citar un ejemplo, Sir Walter Scott, quien, en una de sus novelas más conocidas, 'Ivanhoe', describe a los templarios poco menos que como acaparadores, pendencieros, bebedores y villanos.

El castillo, así como las propiedades que los templarios tenían en la zona, y una vez disuelta la Orden, allá por los años 1314-1315- pasaron a manos de la Orden de San Juan que, entre otras cosas, lo utilizó como hospital.

Desde el escarpe rocoso sobre el que se levanta -semejante a una mandíbula asaltada por las caries- se puede contemplar, aparte de una extraordinaria visión panorámica del pueblo y la zona circundante, una buena perspectiva de la iglesia románica de Nuestra Señora de la Asunción, que se encuentra situada a sus pies. La falta de símbolos templarios o de cualquier otra índole -hay, sin embargo, ciertas referencias acerca de una piedra escrita a ellos atribuída, aunque su existencia y paradero se pierde en la noche de los tiempos- se ve en ésta iglesia generosamente compensada -¡y de qué manera!-, empezando por la observación de los canecillos de su parte más antigua: el ábside.

Intentando ser lo más objetivo posible, sería imperdonable no reseñar que -independientemente del valor simbólico de muchos de ellos: el barril, el rollo de pergamino, la cabeza, el símbolo parecido a la Tau griega, e incluso la cenefa ajedrezada que se puede apreciar por encima de ellos- hay dos elementos que atraen inmediatamente la atención de todo el mundo, por el morbo que provocan.

Se trata de dos curiosos canecillos que representan a sendas parejas de amantes realizando el acto sexual.

Tal atrevimiento -de hecho, es una temática ampliamente conocida en muchas iglesias similares, situadas sobre todo en el norte de la Península- que para unos puede parecer curiosamente anecdótico, para otros -a lo mejor más preocupados por desentrañar el posible 'mensaje oculto' que puedan conllevar tales figuras- representa -como si ya de por sí hubiera poco 'morbo' en relación con ellos- elementos de naturaleza tántrica traídos de Oriente por los caballeros templarios. Al menos, esto es lo que opinan algunos investigadores, y bajo mi punto de vista, no exentos de cierta lógica.

Pero si estos pueden constituir un excelente motivo de estudio y debate, existen otros elementos -situados en la pared de la portada sur, muy cerca del pórtico- que no le van a la zaga.

Por supuesto, me refiero a los denominados 'relojes solares', así como también a un 'galimatías lineal', idéntico a los que se pueden apreciar en uno de los muros de la capilla de Virgen, en la ermita de San Bartolomé de Ucero. Por si esto fuera poco -y para añadir un grano más de pimienta al 'misterio'- son también idénticos a los que se pueden contemplar en el castillo de Chinon, grabados en las paredes de las celdas por los templarios prisioneros, antes de ser ejecutados.

Como anécdota -tal vez alguien quiera iniciar una investigación encaminada en esa dirección- añadir que hay quien opina, que dicho 'galimatías lineal' -por definirlo de alguna manera- representa, en realidad, una especie de plano o mapa, cuya resolución llevaría hasta el lugar donde supuestamente los freires escondieron el Arca de la Alianza que, según algunas opiniones, descubrieron mientras escarbaban en las caballerizas del antiguo Templo de Salomón, en Jerusalén, donde actualmente se levanta la mezquita de Al-Aksa.

No obstante, apartándonos de leyendas y conjeturas difíciles de sostener, los otros elementos que hacen imprescindible, para todo amante del Arte, una visita a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, son, sin duda, los extraordinarios frescos descubiertos por casualidad -como se advertía anteriormente- en los años treinta.

Ocultos durante siglos por varias capas de yeso -el guarda no tuvo ningún reparo en comentar, durante nuestra visita, que fueron 'ocultados' a consecuencia de la peste- ofrecen una perspectiva bastante más que notable, del alto grado de religiosidad y superstición, característicos de la Alta Edad Media.

'Aterroriza' la figura ofídica de dos cabezas -en esto los investigadores no parecen ponerse de acuerdo, pues algunos ven serpientes; otros, dragones, y el que esto suscribe, una posible referencia a la temible anfisbena, ese animal mítico de multitud de significados- que puede contemplarse guardando el pórtico de acceso al altar. En éste, aparte de una curiosa talla de la Virgen, se puede apreciar el entramado romboidal y blanquinegro -colores específicamente templarios- que decora su estructura abovedada. Dividiendo en dos el mosaico ajedrezado, y coincidiendo en el centro con lo que parece ser un escudo blanco con una franja negra en medio, una cenefa blanca muestra extrañas formas, posiblemente vegetales, ribeteadas por numerosos puntos rojos.

Es posible ver también, en uno de los laterales de la pared, la figura de un caballero templario, cuya mirada parece dirigirse hacia la puerta de acceso al templo, como un cancerbero siempre en guardia frente a la intromisión de extraños.

En definitiva, si con los elementos descritos, el lector no se siente atraído, tal vez le anime a realizar una visita a este curioso pueblo soriano, la seguridad de que el vino que le sirvan constituirá toda una garantía para su exigente paladar.

Bibliografía recomendada:

'Templarios, sanjuanistas y calatravos en Soria', Angel Almazán de Gracia, Editorial Sotabur, 2005


lunes, 20 de agosto de 2007

Programa de Apertura de Monumentos en Castilla y León

Durante el fin de semana pasado, tuve ocasión de visitar varios lugares emblemáticos de la provincia de Soria, como El Burgo de Osma, San Esteban de Gormaz y Castillejo de Robledo. En realidad, la ruta respondía a un plan preconcebido de visita a lugares de gran importancia cultural, histórica y artística, como la Iglesia de Nuestra Señora del Rivero, la Iglesia de San Miguel, la Iglesia Parroquial de la Asunción y ¡cómo no!, la impresionante catedral de El Burgo de Osma. Mi sorpresa fue, y lo digo con respeto y en mayúsculas, ENCONTRÁRMELAS ABIERTAS. Llevo ya unos meses recorriendo la provincia, y la mayoría de las veces regreso a Madrid con la sensación de que me falta algo, y sobre todo, con un desagradable dolor en la nariz de tantas puertas como me he encontrado cerradas.

Es por eso que quiero aprovechar la oportunidad para manifestar mi gratitud a la Junta de Castilla y León por la iniciativa -bajo el eslógan 'Restauramos y abrimos en verano'- de dar la oportunidad a mucha gente de poder acercarse a visitar numerosas ciudades y pueblos de Soria y regresar a su lugar de origen con la gratificante sensación de haber visto realmente algo digno de ver, y no sólo la fachada. Sean extensivas, pues, mis más afectuosas felicitaciones por ello.

Pero de igual manera que reconozco y aplaudo las iniciativas que lo merecen, considero también como una obligación manifestar mi más profundo pesar y queja, por la manera como se están restaurando ciertos elementos de un Patrimonio que nos pertenece a todos, aunque Soria tenga la enorme fortuna de poder decir con orgullo que una parte importante de éste se encuentre dentro de los límites de su provincia.

Baste, como ejemplo, la 'restauración' del capitel del claustro de la Iglesia románica de Nuestra Señora del Rivero (siglo XII) -situada en San Esteban de Gormaz- que se muestra en la fotografía.

Sinceramente, Señores restauradores de la Junta: ¿no creen Vds. que han dejado ahí un 'patito feo' que, por desgracia, nunca llegará a convertirse en cisne?. ¿No creen que hubiera sido mejor haberlo dejado como estaba, que hacer un elemento extraño, desvirtuador del conjunto?. ¿Es que acaso son Vds. igual de bárbaros, que esos otros indeseables que, por poner un ejemplo, han grabado a cincel en la pared de la ermita de San Bartolomé, su nombre y la fecha de su visita?.

¡Por favor, no destruyamos más nuestro Patrimonio!.


Para todas aquellas personas interesadas, que no dispongan de folleto informativo, les anticipo aquí las fechas y horarios:


'El periodo de apertura de este programa será del 15 de julio al 15 de septiembre de 2007, en horarios de martes a domingo de 11:00 h. a 14:00 h. y de 17:00 a 20:00 h.'


Y por supuesto, para mayor información:



Tfno.: 902 20 30 30