viernes, 20 de julio de 2007

De las 'coincidencias' a las hipótesis, sin dejar de lado las corazonadas


Cada vez que visito el claustro románico del monasterio de San Juan de Duero, no dejo de sorprenderme. Lo he visitado tantas veces, y tantas veces he 'descubierto' algo nuevo, que en ocasiones tengo la sensación de estar sordo a los gritos que surgen de los bajorrelieves de sus capiteles; ciego, frente a la cantidad de señales que van apareciendo, con poco que te entretengas a observar, y que generalmente pasan desapercibidas al echar un simple vistazo.

Soy de la opinión de que en muchas ocasiones hay que descartar las reseñas de lo oficialmente constituído y buscar ese pedacito de Historia que se nos escapa, en los escurridizos mundos de la tradición.

No pretendo entrar en debate -que seguro que lo habría, e imagino que sería de lo más interesante- en relación a si su autoría corresponde a los caballeros de la Orden del Hospital, o por el contrario, a esos otros caballeros de la Orden del Templo de Jerusalén, de los que las circunstancias -unidas a la desmesurada ambición de un rey pérfido- quisieron que los primeros fueran herederos, no ya de su auténtica riqueza -que nunca se encontró-, aunque sí de la mayor parte de sus posesiones.

No es la primera vez, tampoco, que me encuentro con un caso parecido, en lo que se refiere a la tradición, desbaratado más tarde por la historiografía oficial. Por poner un ejemplo, citar -aunque sólo sea de pasada- la iglesia de la Vera Cruz, en la provincia de Segovia. La tradición insiste en un origen templario -incluída la leyenda del caballero templario muerto, los grajos que se cebaron en su cadáver y la maldición del Gran Maestre-, pero 'oficialmente' se considera a los caballeros hospitalarios su autoría, en base a una oscura y críptica inscripción que se encuentra en la portada lateral sur del edificio, y dice lo siguiente:
'Los fundadores de este templo sean colocados en sede celestial, y los que se extraviaron les acompañen en la misma. Dedicación de la Iglesia del Santo Sepulcro. En los idus de abril de 1246 (12 de abril de 1208)'.
Uno no puede evitar preguntarse: ¿quiénes son los que se extraviaron?. ¿Templarios?. ¿Tal vez esos que una vez reposaron en las tumbas antropomorfas que se encuentran en el exterior del edificio, al amparo de los ábsides?. Incluso la fecha induce a pensar, porque la caída de los templarios se produjo un siglo después, en 1307 y quizás este detalle suponga un motivo indiscutible de autoría para los historiadores, más ocupados -supongo- en cerrar página que en indagar más a fondo dicha peculiaridad.

Ahora bien, dejando de lado todo lo concerniente a la interpretativa oficial, de la que a veces pienso que desarrolla una intencionada 'ceguera', quiero exponer una hipótesis -más o menos fantástica- que se ha ido desarrollando a medida que he ido viendo lugares y comparando las 'señales'. Porque de eso se trata, de ir siguiendo 'señales' e interpretarlas, con mayor o menor fortuna; con mayor o menor aceptación.
No es ninguna novedad el mensaje oculto en los bajorrelieves de los capiteles románicos, ni tampoco las claves de reconocimiento de las marcas de cantería, entre las que no hay que descartar, por supuesto, aquellas que indican el número de piezas atribuibles a un trabajador, en función de las cuales se le abonaba el consiguiente jornal. Las más conocidas suelen ser cruces y flechas, equis y runas en forma de rayo. Cualquiera de ellas abunda en San Juan de Duero. Basta echar un simple vistazo para toparse con gran número de ellas.
Pero existe una en particular, en el interior del claustro, muy cerca de la puerta de entrada, que por su complejidad y por su forma, indica, en mi opinión, algo muy diferente. Laboriosamente labrada en la columna de piedra, semeja una flor. Una flor de especiales características. Y he aquí donde la mente -en ocasiones romántica, aunque decididamente viajera- comienza a divagar.
¿Qué flor podría ser más importante para el hombre del medievo?. ¿Qué flor representaría para él ese ideal caballeresco, ese mito que va unido a la figura de Jesucristo y la última cena?. ¿Ese mito que se extendió por Europa como un reguero de pólvora, dando origen a multitud de gestas y leyendas, a cual más hermosa y significativa?. La rosa.
El simbolismo de la rosa es complejo y variado. Dejando a un lado el significado simbólico en función de su color -lógicamente, aquí es imposible saber en qué color estaba pensando el cantero cuando talló la rosa- suele ser un hecho aceptado en la iconografía cristiana que la rosa constituye una representación alegórica de la copa que recoge la sangre de Jesús. Es decir, una representación simbólica del Santo Grial.
Ahora bien, ¿qué lugar de la provincia se encuentra a aproximadamente 50 kilómetros de la capital y una hermosa leyenda lo asocia, precisamente, con el Santo Cáliz?. San Baudelio de Berlanga.
Y en el camino entre Soria y San Baudelio de Berlanga, un pequeño pueblo, humilde, de casitas recogidas bajo la sombra de la imponente iglesia románica de San Miguel Arcángel: Andaluz.
Reconozco que aún me faltan muchos pueblos que recorrer; muchas iglesias románicas que visitar; muchos bajorrelieves y capiteles que estudiar y a los que intentar arrancar su secreto. Pero tengo la corazonada -cada día creo menos en las casualidades- de que los arcos entrecruzados en miniatura, de probable origen mozárabe, e idénticos a sus homónimos de San Juan de Duero que se pueden observar en el capitel de la fotografía, difícilmente se pueden encontrar en otro lugar.
Yo creo que hay aquí un misterio. La figura humana que va por delante de sendos animales -burros, asnos o caballos- y sus manos, curiosamente, no están a la altura de las bridas, sino de las patas de los animales, creo que indica más de lo que parece. Es muy posible que represente a un cofrade constructor -tal vez mozárabe- señalando una acción de movimiento. Indicando una ruta. Una ruta, para más señas, iniciática. Una especie de camino peregrinatorio cuyo destino final sería la ermita mozárabe de San Baudelio.
¿Idea descabellada?. ¿Imaginaciones de un soñador?. Quizás. Pero todo esto está ahí, y nadie puede negar que San Baudelio, por su localización, así como por sus características, era un lugar especial de iniciación, así como un vínculo entre dos culturas enfrentadas, capaz de albergar lo mejor de ambas.
Dicho queda.
Iglesia de San Miguel Arcángel-Andaluz