Romance del Duero


Río Duero, río Duero,

nadie a acompañarte baja;

nadie se detiene a oir

tu eterna estrofa de agua.


Indiferente o cobarde,

la ciudad vuelve la espalda.

No quiere ver en tu espejo

su muralla desdentada.


Tú, viejo Duero, sonríes

entre tus barbas de plata,

moliendo con tus romances

las cosechas mal logradas.


Y entre los santos de piedra

y los álamos de magia

pasas llevando en tus ondas

palabras de amor, palabras.


Quién pudiera como tú,

a la vez quieto y en marcha,

cantar siempre el mismo verso

pero con distinta agua.


Río Duero, río Duero,

nadie a estar contigo baja,

ya nadie quiere atender

tu eterna estrofa olvidada,


sino los enamorados

que preguntan por sus almas

y siembran en tus espumas

palabras de amor, palabras.


Gerardo Diego, 1922

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