Ermita románica de San Miguel Arcángel (s.XI)



Camino de San Baudelio, y aproximadamente a unos siete u ocho kilómetros antes de llegar a Berlanga de Duero -si venimos desde Soria, carretera comarcal 132-, un cartel en el camino indica el nombre de Andaluz, un pueblo que puede pasar perfectamente desapercibido si no fuera porque, unos metros más adelante, otro cartel, en el que aparece un arco romano sobre fondo rosa -señal inequívoca de Patrimonio Histórico Nacional- invita al viajero a desviarse unos minutos de su ruta, y animando su curiosidad, le sugiere una visita a la ermita románica de San Miguel Arcángel.
El viajero que recorre los caminos de nuestra entrañable 'piel de toro' peninsular, ávido por encontrarse con las huellas de un pasado repleto de enigmas históricos, de mitos ancestrales, o -¿por qué no?- de primigenias verdades, desvirtuadas con el transcurrir de los siglos y ocultas por el velo en ocasiones subyugador de la leyenda, no se acobarda ni tampoco duda: conecta los intermitentes del coche y gira a la derecha o a la izquierda, según sea la dirección de donde provenga. Es este un detalle sin importancia, porque el pueblo está ahí mismo; siempre ha estado ahí, pequeño, de casas apiñadas y calles estrechas que rodean -como las murallas al cercano castillo de Berlanga- una ermita que, en comparación, parece demasiado grande para un pueblo tan pequeño.
En el lugar, repoblado por el conde Gonzalo Núñez con mozárabes andaluces -posiblemente en ese aspecto radique el origen de su nombre- figura una inscripción que fecha la obra de la iglesia en el año 1114, siendo un tal Ciprianus o Ansur Piranus -según reza el cartel explicativo- el maestro constructor.
De interesante portada románica, observando las figuras de los capiteles, así como los canecillos -donde se entremezclan cabezas humanas con otras de marcado carácter bestial o demonológico- resulta fácil adivinar que el maestro Ciprianus introdujo elementos cuyo simbolismo se pierde en la noche de los tiempos, reminiscencia de antiguos cultos paganos, pero que sin duda, tienen un motivo y una razón de ser.

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